1. Lembranzas 05: el mundo


    Fecha: 11/07/2019, Categorías: Incesto Autor: Clementine, Fuente: TodoRelatos

    ... perderme ni un detalle de lo que sucedía, que me tenía encendida, muy mojada y nerviosa, mareada como estaba por los vapores del alcohol. Mientras me desnudaba ofreciéndome a la vista de sus empleados, me esforzaba por seguir mirando a don Alejandro, que follaba a Inés a cuatro patas, dispuesta sobre la otra muchacha, cuyo coño lamía apasionadamente mientras recibía en el botón la caricia de sus dedos temblando y gimiendo como una ramera.
    
    Papá, sin metérmela, me había sentado sobre sus muslos y me besaba la boca frotándome la polla en el mío. Mareada como estaba, sentía una excitación exasperante, y culeaba restregándome en ella mientras me mordía los pezones y me acariciaba el culito.
    
    Y entonces escuché gritar a Adela que, por sorpresa, mientras cabalgaba a don Jaime, había recibido en el culo la polla monstruosa de don Moisés y chillaba como una cerda sin dejar de culear recibiendo azotes, pellizcos y palmetazos en sus tetazas grandes y blancas de pezoncillos oscuros y puntiagudos.
    
    Ya no pude aguantarme más y yo misma, ayudándome con la mano, me ensarté en la verga de papá. Estaba como una perra, mojada y temblorosa, y comencé a cabalgarle allí, en el sofá, saltando sobre su polla deprisa, sintiéndola entrarme, atravesarme sin esfuerzo, resbalarme dentro causándome un placer que el espectáculo que me rodeaba reforzaba hasta volverme loca.
    
    Escuché como en sueños aquel breve intercambio de palabras sin comprenderlo hasta que sentí cómo aquella monstruosidad me atravesaba el culito como si me desgarrara. Chillé sin apartarme, sin hacer nada para evitarlo, deseándolo, y permanecí muy quieta notando como, centímetro a centímetro, su verga enorme me llenaba entera y, cuando sentí en el culito la presión de su pubis, comencé a moverlo despacio. Aquellas dos pollas entraban y salían de mi alternativamente destrozándome y, al mismo tiempo, causándome un placer inenarrable. Papá me besaba la boca y don Moisés me mordía el cuello desde detrás mientras sus manos rivalizaban por pellizcar mis pezones y magrear mis tetillas. Me volvían loca.
    
    Cuando don Jaime, desde detrás del respaldo del sillón, me ofreció la suya, la engullí sin pensar esforzándome por tragarla, ahogándome con ella. Poco a poco, iba dejando de necesitar mover mi cuerpo. Eran ellos, sus pollas, quienes me zarandeaban. Me sometían a un traqueteo infernal, me llenaban entera, me destrozaban, y mi cuerpecillo menudo se sacudía en espasmos. Chillaba, aunque la polla de don Jaime amortiguaba el sonido de mi voz. Lagrimeaba, gemía, y me sacudía en una sucesión de espasmos interminable, como un venirse continuo a oleadas violentas seguidas por otras más suaves que me recorrían la espalda. Mareada, confusa, recibía una cantidad de atención que nunca había recibido simultáneamente, y me recreaba en todo, me estremecía con todo, con cada centímetro de polla que me taladraba, que me entraba en la boca, que chapoteaba en mi chochito empapado. Sentía que me orinaba, que regurgitaba flemas ...
«1234...»