1. Lembranzas 05: el mundo


    Fecha: 11/07/2019, Categorías: Incesto Autor: Clementine, Fuente: TodoRelatos

    Aquel año, al final del otoño, recogidas las cosechas, mi padre mandó venir al pazo a sus administradores para cerrar las cuentas anuales y quiso que yo estuviera presente. Siempre había sabido que éramos ricos, y pensaba que nuestra fortuna procedía de la tierra, de nuestros montes, campos y rebaños, así que me sorprendió comprender la poca importancia que tenían en comparación con las innumerables operaciones comerciales que se realizaban en el mundo en nombre de mi padre, y las grandes propiedades que poseíamos: casas, fábricas y negocios de todo tipo y en todas partes formaban una tupida red sobre el mundo que nos proporcionaba más de lo que nadie podía gastar en una vida.
    
    Durante tres días, aquellos hombres educados, eficientes y elegantes, que vestían de manera más moderna que la que nosotros usábamos en el pazo, con levitas grises o negras, pantalones a juego, camisas y chalecos de una pulcritud y discreción que a mi me pareció aburrida, me causaron una gran impresión, casi tanta como sorpresa la facilidad con que mi padre se comunicaba con ellos y el profundo conocimiento de aquel mundo que, vestido también a su manera, manifestaba en las largas conversaciones en que se exponían cifras astronómicas de tráfico de mercancías y valores que me hicieron comprender por vez primera las dimensiones de nuestra fortuna.
    
    Durante tres días de jornadas interminables en que se exponían y repasaban libros de cuentas, se discutía sobre los proyectos del año siguiente y se decidían operaciones de valores impensables, pude hacerme una idea de a qué nos dedicábamos que me sirvió para comprender que aquel hombre a quien creía conocer desde niña era mucho, muchísimo más que un noble rústico que administraba una finca, y tuve la sensación de que me sería imposible manejar un imperio de aquellas dimensiones.
    
    A mediodía del tercero, cuando mi padre consideró que sus negocios estaban convenientemente ordenados, pasamos al comedor, donde Inés, junto a un nutrido grupo de aldeanas vestidas con uniformes nuevos, bajo la siempre atenta mirada de doña Justa, nos servían la comida y Martín, que se dedicó a la labor de copero, se encargaba de descorchar las botellas de vino en el orden que se le había indicado, cambiar las copas adecuadas a cada uno, y asegurarse de nunca ninguna de ellas se vaciaba.
    
    Doña Justa, Martín y las muchachas no tardaron en presentarse en la biblioteca, acarreando los carros de café y lo sirvieron junto con copas de coñac francés mientras los hombres elegían y prendían sus cigarros. El vino de la comida y el humo, enrarecían el ambiente haciéndome sentir extraña, pero acepté la copa de anisete que me sirvieron y asistí desconcertada a la conversación mundana y divertida de los hombres sentada en un diván junto a mi padre, observando el modo descarado en que palmeaban a las mozas el trasero y escuchando las procacidades que, a medida que se iban vaciando las copas de licor, caldeaban la estancia.
    
    Fue don Jaime quien rompió el ...
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