1. Lembranzas 05: el mundo


    Fecha: 11/07/2019, Categorías: Incesto Autor: Clementine, Fuente: TodoRelatos

    ... hielo haciendo arrodillarse a una de las aldeanas a quien yo no conocía entre sus muslos y ofreciéndole la verga para que se la chupara, cosa que la chiquilla comenzó a hacer sin titubear, alojándola y desalojándola con mucha dedicación. A partir de ahí se desencadenó la bacanal y en pocos minutos no había hombre que no se ocupara de alguna, o de varias, a excepción de Abraham, que parecía sentir más atracción por Martín, a quien hizo ponérsele de pie frente al sillón que ocupaba y le bajó los calzones de terciopelo granate para entregarse con mucho entusiasmo a mamarle la polla agarrado a su culito apretado y pequeño, en el que hurgaba con los dedos.
    
    Don Andrés, el andaluz, acercándose a doña Justa, comenzó a desnudarla sin que ella pusiera reparo alguno. Me sorprendió comprobar que, bajo su aspecto severo y su adusta forma de vestir escondía el cuerpo de una mujer magnífica, abundante, de grandes senos, piernas largas y macizas, y culo amplio que el administrador magreaba mientras se estrechaba contra ella frotando la polla en su vientre, y le mordía la boca.
    
    Don Alejandro, mientras tanto, había mandado desnudarse a Inés y otra muchacha y las tenía arrodilladas en la alfombra. Las invitaba a besarse y acariciarse y ellas obedecían, y las sobaba indicándoles lo que quería que hicieran.
    
    Las criaturas, que parecían prevenidas y bien aleccionadas, obedecían sin un remilgo, aparentemente con entusiasmo, se metían los dedos en los coñitos, en los culitos, se lamían enteras, y se abrazaban y besaban comiéndose las bocas y estrechando sus cuerpos macizos de aldeanas entre gemidos de placer.
    
    Adela, la hija del maestro de cuadras de mi padre, quedó atrapada entre don Jaime y don Moisés, que jugaban a marearla mientras la desnudaban apabullándola con sus caricias, con los palmetazos que le daban en cada parte de su cuerpo que descubrían, y obligándola a girar para recibir alternativamente las atenciones de uno y otro, que se disputaban su boca, sus tetazas enormes, su culo, y su coñito, donde clavaban los dedos mientras le mordían la boca y el cuello abrumándola.
    
    Poco a poco, a medida que la fiesta se iba animando, los invitados iban desnudándose y entregándose a sus vicios. Pronto, doña Justa, con las manos apoyadas en un escritorio recibía en el culo los embates de don Andrés, que lo palmeaba sin dejar de joderla y hacía que sus tetas grandes y blancas se sacudieran rítmicamente. Nunca imaginé que fuera a verla así, gimoteando como una perra y con una polla en el culo. Martín, por su parte, ataviado ya tan solo con la camisa desabrochada, se había sentado sobre don Abraham dándole la espalda y saltaba sobre su polla lloriqueando con la suya más tiesa que un palo que el hombre se esforzaba por atrapar, aunque le resbalaba entre los dedos.
    
    Cuando me di cuenta de que mi padre tenía el pantalón abultado, le miré a los ojos sin saber si era correcto y, al verle asentir con la cabeza, le despojé de los pantalones para agarrársela. No quería ...
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