1. La hija y la bruja


    Fecha: 10/07/2019, Categorías: Incesto Autor: brendy, Fuente: SexoSinTabues30

    Toqué la puerta de la bruja. Así le llamaban a la mujer que resolvía los problemas de las mujeres con yerbas y demás tes. Aunque fuera extraño, había visto a más hombres buscar sus servicios que a mujeres. Algunos me miraban extrañados al salir por su puerta. Había comenzado a llevar una canasta con pastelitos para fingir que los vendía. Algunos de ellos me compraron uno o dos, para el camino.
    
    -¿Tú de nuevo, hija? Eso no es sano. – me dijo la anciana al dejarme pasar. – Cuéntame, ¿Cuántos días llevas sin sangrar?
    
    Dos meses.
    
    Comenzó a hervir el agua y a agregarle algunas ramas y hojas.
    
    -Esta es la cuarta vez en el año. ¿Quién fue esta vez?
    
    Le inventaba los nombres de otros hombres o a veces culpaba a vecinos y tenderos. Cualquiera de ellos. Esta vez culpé al chico que ayudaba a papá con las cabras.
    
    -Por lo menos no fue el maldito del boticario. Si te vuelve a hacer algo, yo veré que tenga lo que merece.
    
    Asentí, ausente.
    
    Me sirvió una taza. Quería que lo bebiera frente a ella.
    
    -Recuerda que sangrarás mucho. Si se sale de control busca ayuda. Recuerda que yo no te di nada.
    
    Volví a asentir antes de beberlo.
    
    -Ahora ve a tu casa y descansa.
    
    Después de pagarle con el dinero de mi padre y de dejarle un par de pastelitos me levanté de la silla.
    
    -Hija, ¿Cuántos años tienes?… sabes qué, no importa. Consiguete un marido pronto para que ya no te toquen, ¿sí? No estaré aquí para siempre. Esos de la iglesia me ven muy mal desde que ese nuevo párroco llegó.
    
    Me fui. Debía llegar a casa pronto, el clima estaba empeorando. Vivíamos a las afueras del pueblo, para mi desgracia, al otro lado de donde se encontraba la casa de la bruja. Tenía que apresurarme, a pesar de mi desanimo por llegar.
    
    Cuando llegué, mi hermano Esteban estaba en un rincón. Era un año menor que yo. Nació mal, su gran cabeza mató a mi madre al nacer y desde entonces sólo éramos él, papá y yo. Se la pasaba jugando con su pene. Lo hacía cuando no podía molestar a las cabras, las cuales ya le habían empujado muchas veces.
    
    -Hermanita… – dijo él. – Enséñamelas… po favor.
    
    En ese momento entró papá. Su rostro severo y enormes brazos me hacían helar la sangre. Cerró la puerta tras de sí, dejándonos casi en penumbra.
    
    -Obedécelo. – dijo nuestro padre.
    
    Abrí mi vestido y me saqué las tetas.
    
    -Sí… ¡Sí! – gritaba mi hermano mientras se jalaba el prepucio de la verga. No la tenía tan grande.
    
    Me gustaba que él me considerara hermosa. Le gustaba mi cuerpo, lo tocaba mientras dormía. Padre lo intentaba alejar, pero siempre buscaba escabullirse.
    
    -¿Qué te dijo la bruja? – preguntó papá.
    
    -Cree que soy una puta. – dije – Me dio el té y me regañó por pedírselo tan seguido.
    
    Papá rió entre dientes.
    
    -Es que eso eres, una puta… mi puta. Pero si no quieres serlo, puedes serlo de Esteban. Sólo míralo. Él te ama.
    
    -¡YA CASI! – gritó mi hermano justo antes de disparar su leche hacia mía. Cayó en mi vestido, a la altura de mis rodillas.
    
    -No, gracias – ...
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