Un día especial - Relatos Eróticos

Un día especial

... meter en mi boca. Y mientras tanto yo le masturbaba a él. Mi mano izquierda había pasado a acariciar sus huevos, bien depilados, llenísimos, yo ya no sabía cuánto aguantaría.

- Quiero que te corras

El mirón pensó que se lo decía a él. Estaba claro que quería correrse. Habría pagado oro puro por vaciarse en mi cara, en mis tetas. Pero eso no iba a suceder.

- Lo que tú mandes, amor - respondió Mario.

Nuestro rehén abrió los ojos como si le hubieran pinchado y se giró para ver qué pasaba. Y con ese movimiento recibió el primer latigazo del semen de Mario. Mi dios mulato se corrió en su polla, en su ombligo, en su tripa, en sus piernas. Se masturbaba como el que sostiene una manguera. Su polla era de película y su corrida también. Pura leche de los dioses. Y también se corrió en mis propias manos. Había quedado desconcertada cuando empezó a correrse, pero reaccioné y mientras Mario le mojaba, yo se la meneaba al mirón con fuerza desde detrás. No pudo aguantar más.

Se corrió. Cuando noté su convulsión, bajé el ritmo de la paja, casi masturbándole a cámara lenta, haciéndole una paja de despedida.… Su semen empezó a salir a borbotones, leche condensada que iba manchando, despacio, su propia polla, mis manos y también las de Mario, porque se había unido al ordeño. El contraste de nuestras manos en aquella polla que se vaciaba era espectacular. Su semen se mezclaba con el de Mario y a ninguno de los tres parecía importarnos. Su polla no dejaba de soltar lefa como un adolescente que descubre el orgasmo. Nosotros no parábamos de jugar con su polla. Mis manos habían quedado pringadas por completo. Entonces las pasé por su boca y le hice probar las dos leches, ante la mirada complacida de Mario, que vació sus últimas gotas de semen contra su cuerpo…

- Gracias por este regalo de cumpleaños, mi amor - susurré al oído de mi marido, el mirón.