1. Un día especial


    Fecha: 09/07/2019, Categorías: Bisexuales Autor: Carmen75, Fuente: TodoRelatos

    Llamadme Carmen. De Madrid y con dinero, veinte años casada, una mujer formal. Estoy más cerca de los cincuenta años que de los cuarenta, pero creo que me conservo bien. De joven, era guapa, de muy buen tipo, de esas chicas que se podían poner cualquier cosa y les quedaba ideal. Ahora estoy más cerca de los sesenta kilos que de los cincuenta, pero mi cintura sigue siendo bien proporcionada, se recorre en pocos palmos según dice mi marido. Mi pecho sí que ha cambiado, ya no llevo una 85B como hace años, sino una 90C. A medida que crecía, se iba cayendo un poco. Las que no han cambiado son mis areolas, redondas, grandes, oscuras, y en medio un par de pezones que se ocupan de delatarme cada vez que estoy excitada. Mi pelo ahora es moreno y lo llevo medio largo, medio corto, un poco por encima de los hombros.
    
    Aquel día estaba nerviosa. Era la primera vez que hacía algo así. Sentada en una terraza que era desconocida para mí, bebía nerviosa el Aperol spritz que había pedido, convencida de que todo el mundo me miraba. Quería convencerme de que las gafas de sol enormes que llevaba puestas me ocultaban, pero mi cabeza estaba llena de inquietud. Lo que me preocupaba era que se notara que me había decidido a salir a la calle sin sujetador. Me había puesto una camiseta de Max Mara apretada, muy favorecedora, que mantenía mi pecho en su sitio y le daba muy buena forma. Pero que hacía que mis areolas fueran visibles para un observador minucioso. Nada me daba más miedo que excitarme o enfriarme, porque entonces mis pezones revelarían mi secreto.
    
    Estaba perdida en estos pensamientos, recolocándome inquieta la falda floja que llevaba, cuando él llegó. Cuando me quise dar cuenta, estaba junto a mí, dándome un beso en cada mejilla con total naturalidad.
    
    - Hola, Carmen, ¿cómo estás? Te veo guapísima.
    
    Parecía que me conocía de siempre. Mario. No pasaba de treinta años. Por lo menos, uno ochenta y cinco, su cuerpo de mulato trabajado con primor, vestido con un pantalón y una camisa de lino, que le daban a su piel un color incomparable en el contraste. Una sonrisa que hizo que me temblaran las piernas. Y si lo que había visto en la web era verdad como el resto de todo lo que acababa de comprobar, había tomado una decisión muy acertada.
    
    Pidió lo mismo que yo, hablamos un buen rato, rompiendo el hielo. No podía evitar comprobar que ahora sí que nos miraban, pero con envidia. Yo era la madurita con su galán de azabache. Que pensaran lo que quisieran y si notaban mis pezones, que se relamieran. La sensación me hizo sentir cómoda. Y él sabía a qué había venido, y estaba preparando muy bien el terreno,. Alguna descarada le miraba el paquete, que yo contemplaba a mi gusto, igual que él hacía con mis pezones. Mario sabía sentarse muy bien para ofrecerme el espectáculo, en algún momento se recolocó con naturalidad aquel relleno y yo me relamí. Con toda elegancia, planteó la cuestión delicada y yo le tendí un sobre que saqué de mi bolso de Furla favorito.
    
    - ...
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