1. Cristina


    Fecha: 21/03/2019, Categorías: Confesiones Autor: pedrocascabel, Fuente: RelatosEróticos

    ... gris, casi blanco, muy corto —a cepillo, como Manolito, el personaje de la tiras gráficas de Mafalda— grandes ojos oscuros debajo de cejas negras largas y anchas, sin perfilar, nariz grande, boca recta también grande, de labios gordezuelos, y un cutis moreno, de color canela suave, que disimula perfectamente las leves arrugas alrededor de los ojos. Puede parecer que tiene exceso de quilos, pero no, para nada, es grande y fuerte, sin estómago ni tripa ni lorzas en los costados, y desnuda lo demuestra. Está muy buena.
    
    Los fuertes anchos muslos protegen un sexo en principio difícil de ver, tapado por una gran mata de vello púbico negro —me queda claro que se tiñe el cabello— rizado, denso, que le llega muy arriba y me parece la selva del río Amazonas, porque es evidente a simple vista que está mojada, mucho, con el interior de los muslos recorrido por algunos brillantes riachuelos de jugos vaginales.
    
    —Qué pollón tienes. Ven, hace mucho que no me como una polla
    
    Ha tomado la iniciativa desde el primer momento y me parece perfecto porque me está haciendo una mamada de categoría. Primero ha recorrido con su ensalivada lengua todo el largo y ancho de mi rabo —veintiún centímetros y medio por seis de ancho y un glande más grueso todavía— llegando hasta los huevos, que también se han llevado sus buenos lametazos. Con la mano izquierda no ha parado de acariciar, apretando de vez en cuando
    
    pelín
    
    fuerte, los testículos, mientras que la mano derecha ha estado acariciando, masajeando mi culo, subiendo y bajando por momentos a lo largo de la raja y deteniéndose en el ano, sin empujar, pero haciendo intentos de apretar un poco. Interesante, sí señor. Esta tía sabe de qué va el
    
    rollo
    
    .
    
    Desde hace un buen rato se está centrando en darle todas las atenciones al capullo de mi polla. Y lo hace muy bien, con lengua, labios, dientes, sin prisas, pero marcando un ritmo de velocidad constante que me va a llevar al orgasmo. Intento quitarle la polla de la boca, incluso le tiro del pelo, quiero follármela, pero no me deja.
    
    —Dame tu leche, después te hago lo que quieras
    
    Está muy claro que le encanta demostrar el poder de su lengua, de su boca, jugando a un sí-no, ahora te chupo ahora no, aumentando mi excitación, mi necesidad, para disfrutar oyendo mí respiración entrecortada, con la palpable evidencia de la ansiedad por correrme, y gozar con mi eyaculación, con la explosión de mi leche de hombre en su boca cuando ya no puedo aguantar más. Sólo hace falta ver la expresión de su cara, sus ojos brillantes, la gran sonrisa de satisfacción y el gesto de control, de poder sobre mí, cuando se levanta, acerca la cabeza —es apenas un poco más baja que yo— y me besa en la boca, me mete la lengua —no aparto la cara, aunque no me guste especialmente el sabor del semen— y nos damos un larguísimo guarro beso compartiendo los restos de mí corrida.
    
    Decidimos ducharnos juntos en la amplia ducha del cuarto de baño. El agua caliente, el vapor retenido por la ...
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