Diario de una Hermana - Relatos Eróticos

Diario de una Hermana

... causando que me moviese en rebotes sobre la cama suya. Mi hermano se apegó más a mí y yo lo atrapé con mis piernas, empujándole más profundamente en mí coño y esperando que él pudiese destinar más de su cuerpo para mí. Mis labios pronto hicieron contacto con los suyos a la vez que sentía sus manos recorrerme los laterales de mi abdomen hasta alcanzar nuevamente mis tetas.

¿Cuántos minutos habremos pasado así, diario mío? Poco antes del clímax, mi hermano se alejó de mí y posó su mano sobre mi cuello, como si se tratase de un lindo collar que me regalaba. Me quedaba sin aire y solamente podía mirarlo a él, combinando la escena con las luces neón rosadas y verdes de su oscura habitación, y el grotesco pero excitante sonido de nuestros húmedos cuerpos chocando violentamente.

Debí haber dejado escapar un muy fuerte gemido, o quizás habrá sido la expresión ahegao que le regalé a mi hermano, porque sentí el calor de su semen inundar y rellenar cada centímetro cúbico de mi coño. Mi hermano acababa de correrse dentro de mí hasta la última gota, todavía sin despegar su mano de mi cuello.

Recuerdo que experimenté un orgasmo gigantesco, mi hermano me lo hizo saber en cuanto eyaculó dentro de mí y me miró a mis perdidos ojos una vez más. Tenía la mejilla derecha con un espeso río de baba que me colgaba por mi incontenible placer.

Tras unos minutos recuperándonos, él me dijo que me fuera a descansar y que mañana nos esperaría un mejor día. Así llegamos hasta hoy, es la mañana y no quiero ir a la universidad más, decidí escribir esto antes de complacer a mi amado hermano. Escucho los gemidos de mi madre en la otra habitación, así como la cama que cruje y suena ruidosamente como si fuese a quebrarse por la fuerza de su embestida.

Me pongo tan excitada y cachonda al pensar en mi hermano follando a quien sea, solo espero que pronto sea mi turno de lamer y saborear su gorda verga. Querido diario, amo a mi hermano, mi madre y yo le pertenecemos por toda la eternidad… Gracias por acompañarme, diario mío.