1. Javiera, mi sobrinita juguetona – Parte 2


    Fecha: 23/06/2019, Categorías: Incesto Autor: Pastel de fresa, Fuente: SexoSinTabues30

    Mi cuñada Marcela me había comentado un par de veces las cosas en las que había descubierto a Javiera haciendo cosas extrañas. Primero le encontraron en su celular una cuenta en Tinder, en la que tenía conversaciones con hombres adultos, y compartía fotos suyas desnudas y ellos le enviaban fotos de sus penes. Luego la descubrieron masturbándose, desnuda sobre la cama, y grabándose con el celular. Javiera había confesado que esos videos se los enviaba a hombres en Tinder, con una segunda cuenta que se había hecho. Eso había sido la gota que rebalsó el vaso. La castigaron, le quitaron su celular, y todo acceso a internet, salvo para hacer tareas y siempre con la vigilancia de su madre.
    
    — Debe ser así por la ausencia de Pedro. -Decía Marcela, tratando de encontrar una explicación a las cosas que hacía. Pedro era su padre, el que desapareció a los 2 meses que Javiera naciera. Nadie en la familia tocaba el tema.
    
    Javiera era una chica de 14 años, delgada, de piel blanca, pelo largo, castaño, ojos negros y grandes. Las hormonas habían hecho lo suyo, ya que su cuerpo había adquirido ciertas curvas. Sus senos estaban del porte de unos limoncitos, sus caderas estaban cada vez más prominentes, y hacían que su culo se viera más curvo. Tenia buenas nalgas, redonditas y firmes (o al menos eso se podía notar). Solía hacerse una trenza larga en su pelo, o de repente dos cachitos, típico en niñas de su edad. Era tímida. Siempre que reía se tapaba su boca con una mano, y pocas veces miraba a los ojos. Compartía lo mínimo en las conversas, era de perfil muy bajo. Todo esto contrastaba un montón con las cosas que ella hacía, y cuando me enteré de aquellas situaciones, comencé a verla con cierto morbo, ya que no podía sacarme de la cabeza la imagen de ella masturbándose encima de la cama, completamente desnuda, con sus piernas abiertas y la vagina goteando de excitación. Es por esto que cuando sentí su voz en la puerta aquella noche, mi pene se erectó inmediatamente, como si supiera lo que iba a pasar.
    
    — ¿Tio? -Volvió a preguntar ella en la oscuridad.
    
    — ¿Javiera? ¿Que pasa? -Pregunté desde la cama, simulando cierta ingenuidad.
    
    — Tengo susto. Sentí algunos ruidos, y me da mucho miedo… ¿Puedo dormir contigo esta noche?
    
    — Mmm… no se… -Dije en tono de falsa duda. -Podría ser, pero me tienes que prometer que te portarás bien.
    
    Ella me miró desde la puerta, mientras tenía su mano en la boca, en un gesto inocente.
    
    — Si, tio, me portaré bien.
    
    — ¿Prometes hacer todo lo que te diga?
    
    — Si tio.
    
    — Bueno, venga y se acuesta -Abrí la cama, invitándola a acostarse a mi lado.
    
    Ella entró al dormitorio, sin prender la luz. Un rayo de luz del pasillo alcanzó a entrar antes que ella cerrara la puerta. Pude ver que llevaba puesta una camisa de dormir rosada. Esta le llegaba hasta un poco más arriba de sus rodillas, y tenía su pelo tomado en una única trenza. Se acercó a la cama, y se acostó al lado mío boca arriba. Tomó la ropa de la cama y se tapó hasta ...
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