La casera enviciada (4/4) - Relatos Eróticos

La casera enviciada (4/4)

... de responderme en voz baja:

- “¿Estás segura de que ese es el mensaje que quieres que le dé a Ewan?”

Hice un par de respiraciones profundas... Mi mente daba vueltas con la confusión y por unos instantes sentí que mi vida estaba fuera de control... Me obligué a dejar de lado mi ira y traté de concentrar mi mente... No quería ir a Ewan y Anna, pero necesitaba ir... Una necesidad me estaba impulsando y aún me costaba entenderlo.

- “Estaré allí”, respondí con calma.

Pero una vez que colgué el teléfono, estaba todo menos tranquila... No tuve tiempo de ducharme, ni de cambiarme de ropa... Cogí las llaves de mi coche y me dirigí hacia Lombard Road, sabiendo que incluso al exceder el límite de velocidad, aún tendría dificultades para llegar a las 19 horas.

Al final resultó que llegué casi diez minutos tarde... Apresuradamente aparqué el Mercedes y corrí hacia la puerta principal, golpeando el picaporte... Anna abrió la puerta casi de inmediato.

- “Llegas tarde”, me dijo.

- “Llegué lo mejor que pude... ¿Tienes idea de cuánto tiempo se tarda en llegar aquí con el tráfico que hay?

Anna no respondió, pero me hizo pasar adentro.

- “Creo que sabes lo que tienes que hacer”, me dijo poniendo brevemente su mano sobre mi hombro antes de ir por el pasillo hacia su habitación.

Respiré profundamente e intenté calmar mis nervios.

Afortunadamente, tuve tanta prisa por llegar hasta aquí que no había tenido mi ataque de pánico habitual, pero el miedo a lo desconocido todavía me ponía nerviosa.

Me puse a desvestirme y no paré hasta que estuve totalmente desnuda... Luego entrelacé mis dedos detrás de mi cabeza de la manera que me enseño Anna y abrí las piernas.

Acababa de terminar esto cuando vi movimiento por el rabillo del ojo... Miré por encima del hombro y no pude evitar gemir al ver a una Anna totalmente desnuda que venía hacia mí.

Nuevamente me maravillé al ver su hermoso, tenso y atlético cuerpo... La sensación que sentí en ese momento fue nada menos que pura lujuria, lo cual era totalmente confuso dado que me consideraba una heterosexual en toda regla.

Sin pronunciar una palabra, Anna se paró a mi lado, luego asumió la misma postura que yo: las manos detrás de su cuello y las piernas se abrieron unos 50 cm... Cerramos los ojos, sin decirnos nada y esperamos los acontecimientos.

Estuvimos de pie, esperando más de quince minutos antes de que Ewan finalmente llegase al salón donde estábamos... Se paró frente a nosotras, y con un aire de arrogancia nos miró a ambos de arriba abajo, de pies a cabeza, como si fuéramos dos artículos a la venta en una subasta.

Finalmente se volvió hacia Anna y le ordenó:

- “Trae la bascula del baño.”

Gruñí consternada... Había estado tan enojada durante las últimas dos semanas que había descuidado mi dieta y mi estado físico... De hecho, me había sentido tan mal que había estado ahogando mis penas comiendo alimentos basura.

Anna regresó con la bascula y las colocó a mis pies... ...