1. Recuerdos de adolescencia (Memorias. Capítulo III)


    Fecha: 07/06/2019, Categorías: Confesiones Autor: Marcos Romero, Fuente: TodoRelatos

    En aquellos días aún hubo tiempo para que mi tía me enseñase los rudimentos de hacer el amor, del mínimo para ser un amante con posibilidades de llegar a ser bueno en la cama.
    
    Con mi prima no sucedió nada más, tampoco quise presionarla. Si no hubiese contado con los favores de tía Marisa quizás mis calentones me hubieran conducido de manera distinta y los hubiera pagado mi prima María, pero mi tía me mantenía satisfecho y antes de sentir ganas por mi parte ya estaban sus atenciones.
    
    El regreso de mis padres del pueblo al final del verano supuso olvidarme de las tardes de siesta, de los roces en la cocina o al coincidir en el pasillo, de alguna ducha juntos y de disfrutar de la belleza del cuerpo maduro femenino.
    
    En los exámenes de septiembre logré aprobar gracias a que le caía bien al profesor, si hubiera sido por el tiempo dedicado a los estudios seguro que hubiera repetido.
    
    Empecé primero de BUP tan repleto de hormonas como el resto de mis compañeros pero ahora me parecían hasta infantiles los comentarios sobre chicas que hacíamos en los corrillos o a la salida del instituto. Que ese curso fuese el primero que compartimos clase con alumnas tenía a mis compañeros alterados y nerviosos, algunos tenían hermanas y estaban más acostumbrados a tratar con chicas, pero a otros se les veía mohinos y como avergonzados cuando alguna les decía algo. Por mi parte, si bien me gustaba la compañía de aquellas niñas casi mujeres, no podía más que compararlas con mi prima, con mi tía, con el cuerpo maduro de esta última, y me llevaba a despreciar cualquier insinuación romántica que pudieran hacer entre las risitas del grupo de amigas o con papelitos pasados de mesa en mesa. Me creé la fama de duro por cómo pasaba de las chicas. Y esta actitud también hacía que resultase más atractivo a los ojos de algunas de ellas.
    
    En casa el ambiente cambió. Debido a los comentarios de familiares en el pueblo la actitud de mi padre con su cuñada y sobrina empezó a ser tirante y se notaba la tensión. Por eso no me extrañó cuando mi tía comunicó su intención de mudarse a un apartamento pequeño que había visitado hacía pocos días, del que podía hacer frente gracias a los ahorros que tenía y a la pensión que Paco, mi tío, les pasaba, lo justo para ir tirando.
    
    Las vi marcharse en una tarde casi invernal, cercanas las fiestas navideñas, mi cuerpo adolescente reclamando las caricias de Marisa, abandonado al sexo en solitario y a la búsqueda de nuevas amantes.
    
    Comencé a tontear con Teresa, dos cursos por delante del mío, casi tan alta como yo, de pechos firmes que se dejaba tocar en la zona oscura de una discoteca en los bajos de una calle céntrica de la ciudad. De Teresa me gustaba sobre todo cómo besaba, su sabor dulce a caramelo de fresa, su risa fresca y espontánea, y cómo me miraba, entre inocente y sexy. Con ella podía hablar, salíamos a pasear, a bailar, me sentía querido y yo notaba una nueva sensación no puramente sexual, creo que podía ser amor.
    
    Pero ...
«1234»