1. Mis odiosas hijastras (6)


    Fecha: 04/06/2019, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    ... demasiado corto considerando que su portadora era Agos. Aunque claro, esa era la ropa que utilizaba para dormir. Le quedaba increíblemente sensual.
    
    Me miró, como si con sus ojos me estuviera pidiendo disculpas.
    
    —Estábamos aburridas y quisimos hacer un pijama party —explicó Sami—. Como cuando éramos chicas.
    
    La más pequeña de las hermanas se había puesto un pijama de una sola pieza color rojo, y con lunares blancos. Estaba extendiendo las sábanas. Por lo visto pensaban armar una especie de carpa junto a la cama de Agostina. En ese momento quedó en evidencia que no eran más que unas adolescentes. Pero no por eso se iban a esfumar mágicamente las ganas que tenía de cogerlas.
    
    —Deberían tener cuidado con las velas —les sugerí—. Con tantas telas cerca de ellas, pueden causar un incendio.
    
    —Enseguida las apagamos —dijo Agos.
    
    —Adri, ¿por qué no te quedás? —preguntó Sami.
    
    —No. No quiero molestarlas —dije—. Seguro que piensan hablar cosas de chicas.
    
    —Ay, qué anticuado. Vení, quedate un rato. Mirá que no mordemos —dijo Valentina, para mi sorpresa.
    
    —Seguro que a vos también te va a costar dormirte —intervino Agos—. Vení, quedate un rato. Salvo que te parezca una tontería.
    
    Al decir esto señaló con la vista la carpa que estaban armando. Ahí empecé a atar cabos. Una carpa. Enseguida apagarían las velas. Oscuridad absoluta. Agos junto a mí, en un espacio tan reducido…
    
    —Sí, claro —dije, sumándome a ese juego, en apariencia inocente.
    
    El cubrecama quedó extendido hasta la cama. Ahí colocaron algunos libros para hacer peso. De manera que quedó una especie de carpa triangular, cuya altura iba decreciendo. Apagamos las velas, y guiándonos por las linternas de los celulares de Sami y Agos, que eran las únicas que aún tenían batería, nos fuimos metiendo adentro. Sami tapó la entrada con la sábana. En el piso estaban algunas frazadas que hacían de alfombras. También había muchas almohadas, y otras frazadas que habían traído de las otras habitaciones. El espacio era muy reducido. Me senté contra la pared, sobre una almohada. Sami se sentó a mi izquierda. Agarró una de las frazadas y nos cubrió a ambos con ella. Agos se colocó a mi derecha. Yo extendí la frazada para cubrirla también. Todas estaban muy desabrigadas considerando que estábamos en otoño, y sin electricidad no había forma de prender las estufas. Valentina, quien me había invitado a la reunión, se rehusaba a cubrirse con otra cosa que no fuera esa tanguita —a pesar de que ahora yo podía ver claramente la pequeña telita hundiéndose en sus cavidades—, se sentó frente a mí, y se cruzó de piernas, al estilo indio, y finalmente se cubrió con una de las tantas frazadas que estaban en el suelo.
    
    —Chau celulares —dijo.
    
    Agos y Valentina apagaron los celulares. Ahora sí, los cuatro estábamos sumergidos en la absoluta oscuridad.
    
    —Es increíble que una cosa tan simple sea tan divertida —dijo Sami, apretando su cuerpito con el mío.
    
    —Así que… ¿Siempre hacían esto cuando eran ...
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