El nuevo de la oficina - Relatos Eróticos

El nuevo de la oficina

... atrás, me suelta por completo y y muevo mis caderas como queriendo alcanzarlo; tengo ganas de llorar, estuve a punto de correrme. El me mira sonriendo, en un gesto de burla. Bajo un pie del escritorio, dispuesta a acomodarme la ropa e irme.

- No te he dicho que puedas bajarte.

Su voz suena tan contundente y autoritaria que rechazo la idea de bajar del escritorio de inmediato, su actitud me inspira miedo, no quiero que ocurra lo que esta punto de pasar mientras lo veo desnudarse con calma, sabiendo que él controla la situación, que me controla a mí. No quiero ser infiel a mi esposo, lo amo, siempre lo he amado, pero ese hombre enfrente de mí se a apoderado de mi voluntad, mientras siento como mi vagina expulsa fluidos en gran cantidad. Él se ha quitado los zapatos, baja sus pantalones de un golpe junto con su ropa interior y veo como rebota su miembro expulsando un hilo de líquido preseminal. Es grande y duro, puedo ver el dibujo que sus venas trazan debajo de su piel. Está completamente desnudo.

- Ponte de pie.

Mi cuerpo obedece automáticamente se agacha un poco para tomar mi vestido y sacármelo por la cabeza, mira mi cuerpo adornado con la lencería que me he puesto.

- Te vez como una zorra.

No alcanzo a decir nada cuando me toma por la cintura, me obliga a girar y a recargar mis manos sobre el escritorio. Nuevamente siento sus dedos dentro de mí pero ahora los mueve con mucha violencia, provocándome un placer delicioso, haciendo me gemir. Saca sus dedos y coloca la punta de su pene dentro, se queda ahí, quieto.

- Si quieres que lo haga, vas a tener que pedírmelo.

No quiero hacerlo, pero no puedo resistirme. Las palabras no salen de mi boca y siento una fuerte nalgada, un gemido se me escapa, estoy chorreando de mi entrepierna y me estremezco a cada segundo que pasa, trato de apretar las piernas en un inútil esfuerzo por calmar mi sed de él.

- No me obligues, por favor, te lo ruego, no me hagas decirlo.

Me toma del cabello y me jala hasta que mi espalda toca sus pecho.

- Dilo, o me voy, y te dejo aquí, semidesnuda, completamente caliente - me dice mientras pasa su pene por entre mis nalgas y con la otra mano estimula mi clítoris. Me retuerzo de placer mientras me hace lo que quiere sin que yo oponga resistencia. Mi boca adquiere autonomía cuando escucho salir de ella las palabras que intentaba aprisionar.

- Hazlo, hazme tuya, te quiero sentir dentro de mí.

Siento su mano en mi espalda cuando me empuja violentamente, mis manos están de nuevo encima del escritorio mientras siento cómo su pene abre las paredes de mi vagina, cómo me permite sentir centímetro a centímetro la forma en que ese pedazo de carne va entrando lentamente en mí, vuelvo a gemir ante esa sensación tan deliciosa, sigue entrando sin parar hasta que no hay más a donde ir. Siento como llevas sus manos a mis espalda y desabrocha mis sostén. Se ha quedado ahí dentro, sin moverse. Cuando al fin desabrocha mi sostén, me toma de las tetas con ambas ...