1. Yo me opongo


    Fecha: 29/05/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Jane Cassey Mourin, Fuente: TodoRelatos

    La miraba mientras dormía, bajo aquella tranquilidad con que su rostro descansaba, mientras su cuerpo desnudo recibía el calor de los primeros rayos de sol, dándole la bienvenida a un de un nuevo día.
    
    Horas atrás habíamos estado bebiendo, en medio de una multitud de mujeres que festejaban sus próximas nupcias, pues a pesar de lo mucho que le rogué que no lo hiciera, de lo mucho que le pedí que no se casara, la fortuna de su futuro marido le impedía apartarse de él.
    
    Durante muchos años sostuvimos aquella clase de relación, escondiéndonos de su novio mientras yo aparentaba sentir atracción por otros hombres. Sí, hasta ese punto de humillación permití que todo llegara, ahora me doy cuenta de que era un error, pero en aquel entonces solo podía pensar en que no quería estar lejos de ella.
    
    Continuamente me trataba de convencerme de que aquello no estaba tan mal, que tener su cuerpo a mi disposición me sería suficiente para socavar el amor y la intensa atracción que sentía por ella, que se nutría cada día que la miraba, con cada ocasión en que nuestros labios se encontraban y cada gemido que escuchaba salir de su boca mientras le hacia el amor.
    
    Tenerla a mi lado, desnuda, mirando las formas de su cuerpo mientras el olor a sexo penetraba mis sentidos, era solo el primer paso para acercar mis labios a su piel y recorrerla con una caricia húmeda, mientras ella comenzaba a dar señales de que pronto despertaría.
    
    Mis manos rozaban su cuerpo tan solo con las yemas de los dedos, mientras poco a poco bajaba por su abdomen, recorriendo el camino hacia el destino final que quería alcanzar.
    
    Mi vista se levantó un poco para encontrarme con sus ojos aún adormecidos, un instante antes de que su sonrisa se ensanchara y facilitara mi labor al abrir ampliamente sus piernas.
    
    Mis manos se apoderaron de sus mulsos, acariciándolos mientras los colocaba sobre mis hombros, dejándome llevar por el aroma de su sexo, mientras el sabor que conservaba su vagina, estimulaba mis papilas gustativas hasta el punto de volverme loco, de pegar mi boca a sus labios, degustar su clítoris con movimientos frenéticos de mi lengua que la hacían retorcerse, tomar mi cabeza y gemir de nuevo, como tantas veces lo había hecho mientras yo comía del delicioso manjar que yacía entre sus piernas.
    
    Mis manos subieron poco a poco por su cuerpo, recorriendo su cintura hasta llegar a sus senos hermosos y turgentes, para deleitarse con el tacto de su piel, la suavidad de sus pechos y la dureza de sus pezones.
    
    Me aferré a sus tetas como si aquella fuera la última vez que las tendría en mis manos, una realidad probable que me había sacudido durante los últimos días, que me atormentaba cada vez que cerraba los ojos imaginándola de la mano con otro hombre, en el altar de la iglesia, vestida de blanco, aceptando ser su mujer y empezar una nueva ida a su lado.
    
    Mis labios comenzaron a saborear su vagina con desesperación, a lamerla como si tratara de succionar la mayor cantidad de ...
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