1. Las refugiadas 3 - Comidas y propuestas


    Fecha: 17/03/2019, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: JBWriter, Fuente: TodoRelatos

    ... ayuda mucho, pero no arregla mis problemas.
    
    »—Bien —dijo con voz seria y engolada—. Vamos al almacén y veremos hasta qué punto eres capaz de ganarte otra propina, puta.
    
    »Estuve a punto de no ir. Me molestó que me llamase lo que yo misma estaba pensando en ese momento de mí. Pero la seguí. La adelanté en la sala y la abrí la puerta del almacén dejándola pasar delante. En cuanto entré me comió la boca. no tardamos en estar desnudas sobre la mesa después de tirar los papeles al suelo. Me preocupaba que entrase el encargado, pues no había llegado a cerrar la puerta.
    
    »No precisó mucho tiempo. En menos de cinco minutos se corría en mi boca haciendo que me tragase todos sus flujos para no manchar nada. Pero no se conformó con eso. Cambiamos posiciones y me comió el coño hasta que me corrí yo.
    
    »Entonces sacó cinco billetes de cien… me refiero a cien dólares. Me miró y me entregó uno.
    
    »—Eso te ayudará, supongo —dijo—, pero quiero sabe hasta dónde llegarías.
    
    »—No la entiendo señora.
    
    »—Necesito ir al baño. Como comprenderás antes no he ido. No podría ser tan rápida. Puedo vestirme y vaciarme allí… o hacerlo en tu boca y estos cuatro serían tuyos.
    
    »Dudé un rato y al final dije «Adelante» Me arrodillé y abrí la boca.
    
    —¿De verdad?
    
    —Sí. Al principio sentí nauseas. Estaba caliente y salado. Dejé que llenase mi boca. Entonces ella paró. «Traga —me dijo—, luego seguiré». Cortó hasta cinco veces antes de considerarse vacía. Me dio los otros cuatro billetes y su teléfono apuntado de un albarán de los que había por el almacén.
    
    —Y fuiste su puta.
    
    —No. La llamé para darle las gracias y quedamos una tarde que tenía libre. Pero le dije que no quería que me pagase. Que quería estar con ella porque me gustaba. Estuvimos tres meses liadas sin que lo supiera su esposo… o sin que yo supiera que su esposo lo sabía. No sé cuándo se lo contó.
    
    El camarero retiró los platos de Pedro y el camionero.
    
    —Pero se lo contó. ¿No te sentiste traicionada?
    
    —No. Al principio no lo sabía. Aunque no me pagaba me hacía regalos, ropa, sobre todo, cara. O salíamos con mi coche y llenaba el depósito… cosas así. Por eso al pillarnos me asusté.
    
    —Entiendo. Pero ¿por qué te asustaste?
    
    —Porque no me dijo nada. Simplemente quedamos una tarde en su casa, como otras muchas…
    
    El camarero trajo la carne y Pedro indicó por señas que pusiera el plato a Anastasia y a él. Y lo mismo los cubiertos. Anastasia cortó una pequeña parte y comió un único bocado, luego entregó el plato y los cubiertos al camionero.
    
    —…e hicimos un sesenta y nueve hasta que ambas nos corrimos —prosiguió Minerva que se había callado mientras ambas veían cómo el camarero les servía la carne a Pedro y Anastasia—. Bueno, hicimos más, pero eso fue lo último. Cuando acabé de correrme yo, que siempre era la última cuando empecé a oír aplausos. Ahí me asusté.
    
    »Vi a un hombre sentado en la silla del tocador. Me escondí al lado opuesto de la cama mientras Anastasia se levantaba e iba ...
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