Siete pecados (IV): Gula - Relatos Eróticos

Siete pecados (IV): Gula

... está a punto me la aplico alrededor de las areolas de mis pechos:

—¡Uh, está fría!

—¡Ja, ja! ¡Qué loca!

—Calla, que no he terminado…

Separo las piernas… Mi sexo aparece frente a él. Pulso de nuevo el aplicador y decoro de crema el contorno de mi rajita. Mi pareja resopla, pero aún queda la guinda del pastel… Cojo el tarro de mermelada y con el índice pringo las puntas de mis pezones y mi clítoris. Después me chupo el dedo, provocándole con fingida inocencia:

—¿Qué? No se me da mal la repostería, ¿verdad? ¿No quieres probar mis pastelitos?

—¡Buf…! Creo que me los voy a comer enteritos…

Se lanza a ello, repasando su lengua por mis “tartaletas de fresa” y pegándoles tiernos bocados:

—¡Auh! Tienes hambre, ¿eh?

—¡Mmm…! Están deliciosas…

Sus chupetones en mis pechos me excitan, pero aún queda lo mejor, cuando baja por mi vientre buscando mi bollito de coño relleno de nata… Lo aprieta con la mano, haciendo rebosar la crema entre sus dedos, para a continuación intentar metérselo en la boca. Su lengua se recrea en la fresa que cubre mi clítoris…

—¡Ooh…! ¡Sí…! ¡Cómemelooh…! ¡Cómelo todoooh…!

Le agarro del pelo y empujo su cabeza entre mis piernas; no quiero que pare… ni él lo hará… No deja de lamerme; me vuelve loca de placer… Empiezo a jadear más rápido… ¡más rápido…! ¡Voy a correrme!:

—¡Ooohhh…!

Me retuerzo de placer, pero él no se detiene… La mezcla de mi humedad con la nata parece excitarle y lame con glotonería:

—¡Slurp…! ¡Qué rico! ¡Slurp…! ¡Sensacional! Tu coño… ¡Slurp...! Tu coño está buenísimo… ¡Buenísimo!

Sus palabras y lametones me tienen cachonda perdida… Me dejo llevar, echándome hacia atrás sobre el mármol. Su frialdad se contrapone a mi calentura; un escalofrío recorre mi piel, haciéndome estremecer… ¡Me vengo otra vez!:

—¡Aahh…! ¡Aahh…! ¡Aaaahhhh…!

Nunca había tenido un segundo orgasmo tan seguido… ni tan fuerte…

Cuando recupero el control de mi cuerpo veo que mi pareja está absolutamente atónita con mi forma de correrme. Yo también lo estoy; pocas veces había llegado al clímax tan intensamente. Tal vez por ello quiero más. Veo su miembro, completamente erecto, y no puedo resistirme. Bajo de la encimera y me arrodillo ante él, llevando conmigo la mermelada y la nata. Se lo embadurno con ésta y empiezo a mamársela… Es algo que solo había hecho una vez en mi vida y no me gustó nada, pero en esta ocasión… ¡Está sensacional!:

—¡Umm…! ¡Me encanta! —le digo, metiéndome su verga una y otra vez en la boca para saborearla.

Y si está buena con nata, mejor aún con fresa. Cojo el tarro y le meto la polla en él hasta untarla bien para luego rebañársela. Él gime sin parar, dejándose hacer. Le mamo el rabo como si me fuera la vida en ello, pero es que no puedo parar… ¡Está tan rico…! Sigo y sigo, hasta que noto en mi boca que la nata se funde con otra sustancia más caliente y fluida. Su semen llena mi boca en una mezcla de sabores como nunca he probado. Me lo trago todo…

***

—No acabo de ...