1. De Andrés a Andrea: Mi inicio como cross


    Fecha: 17/05/2019, Categorías: Transexuales Autor: Bisex1982bi, Fuente: TodoRelatos

    Me sentía mareado. Allí estaba yo, sobre mi cama, a cuatro patas, siendo sodomizado por mi vecina. Vestido de mujer con ropa mía y suya. Pero recapitulo y relataré como empezó esta historia tres días antes.
    
    Ese día llegó mi pedido de Amazon. Tenía curiosidad por ver que se sentía al vestirse con ropa de mujer.
    
    Me llamo Andrés. Tengo 36 años y soy divorciado. Trabajo de comercial, aunque muchas veces lo hago online. Soy un hombre bien conservado, dicen que atractivo, mido 1,78 y tengo un cuerpo bien proporcionado, pues suelo ir 2 o 3 días a la semana al gimnasio.
    
    Desde el momento en que me separé, comencé a ver videos X de crossdressers y transexuales. Me comenzó a excitar la estética y el rol de sumisión que veía en esos videos.
    
    Me gustaba ver como ellos (y ellas) sin desvestirse, se entregaban en cuerpo y alma a aquellos hombres que ejercían un dominio total sobre sus cuerpos. Aun así, solo fantaseaba con ello.
    
    Pero aquel día, al abrir la caja y ver ante mí aquella red y aquella peluca, supe que no habría marcha atrás, aquello me llevaría, seguramente a querer probar a ser yo como los protagonistas de aquellos vídeos.
    
    Lo primero que hice fue desvestirme y probarme aquel conjunto sexy de red. Me costó un poco averiguar de qué lado debía ponérmelo. Una vez lo conseguí, lo siguiente fue la peluca. Era de media melena, de cabello liso y moreno. Después de hacerlo, decidí hacerme fotos con el móvil para, quizás, entrar en alguna página o aplicación y, quizás, buscar algún hombre que me hiciera sentir mujer. Aún no sabía como haría eso, pero las fotos ya las tenía hechas.
    
    Pero entonces me di cuenta de que sería mejor afeitarme bien y quitarme algo de vello. No tengo mucho, así que sería fácil rasurarme.
    
    Y así, vestido como iba (es decir, casi desnudo, solo con la red) me dirigí al baño. Cogí mi máquina de afeitar y al salir del baño mi mirada se cruzó con la de mi vecina de enfrente. Era verano y todas las ventanas de mi piso estaban abiertas. La puerta de mi baño queda delante de un pequeño cuarto que comunica con la galería interior del edificio, y, por lo tanto, con una ventana de otra vivienda.
    
    Me quedé helado, quieto, sin reaccionar. Mientras ella, con la boca abierta, tampoco pudo dejar de mirarme fijamente. Hasta que sonrió y yo marché hacia el salón corriendo y avergonzado.
    
    Me senté en el sofá, tembloroso.
    
    Pensé en todas las consecuencias: aquella mujer, a la que aún no conocía (por el poco tiempo que llevaba allí viviendo y por la frialdad y distancia generalizado de estos tiempos) tenía un marido e hijos. Seguramente se lo diría a este, o incluso a alguno de ellos. Yo sería la comidilla y el hazmerreír de todo el edificio.
    
    Me quité todo aquello y decidí guardarlo bajo mi cama. Aquel día lo pasé encerrado, asustado y sin saber como debía reaccionar el día que me la encontrara por la escalera.
    
    Ese no fue el día, ni siquiera el siguiente. Pero dos días después, cuando volvía de hacer la compra, al ...
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