1. Clases de natación (parte 5)


    Fecha: 02/09/2020, Categorías: Dominación / BDSM Fetichismo Gays Autor: Anonimo, Fuente: SexoSinTabues30

    ... que aguardar en el banco, justo enfrente de mí verdugo, e intercambiar miradas cómplices con él. Sus ojos mostraban seguridad y decisión, los míos, todo lo contrario.
    
    Algunos chicos no esperaban a entrar en el cuarto de baño para quitarse el bañador, lo hacían envueltos en la toalla, poniendo gran esfuerzo en que sus atributos no fueran visibles a ojos de los demás. Es lo que hizo Héctor, pero a diferencia de ellos, se colocó de tal manera que yo y solo yo pudiera contemplar la sombra de sus testículos a través de la apertura de la toalla. Si la primera vez, encerrados en el cuarto de baño, los tenía redonditos, y durante nuestros siguientes encuentros, en las duchas, algo más hinchados, esta vez parecían aún más grandes, como si se hubiesen desarrollado a lo largo de los últimos días, o como si él también se hubiese estado reservando para darlo todo esa mañana.
    
    Se sacó el bañador, lo guardó en el macuto y permaneció desnudo, oculto a los demás, quienes ya salían cargados con sus mochilas sin pensar en otra cosa que el plato de comida que les esperaba en casa.
    
    Cuando nuestros compañeros empujaron la puerta batiente para salir, vimos al profesor agarrar el hombro del repetidor de forma amistosa y abandonar el edificio junto a él. No solo no podrían pillarnos nuestros compañeros, pues no quedaba ninguno, tampoco el profesor. Y la piscina climatizada seguía abierta para sus escasos clientes habituales. Eran las 2:30. Teníamos al menos 30 minutos por delante de intimidad; Héctor lo sabía y aunque probablemente tuviese tantas ganas como yo, no se lanzó a por mí ni me dirigió la palabra aprisa. En su lugar, sin levantarse del banco de madera, abrió la toalla mostrando su desnudez, se llevó las manos a la nuca y apoyó la espalda en la pared. Lo tome como la señal de comienzo.
    
    Me puse en pie, todavía con el bañador, y di unos pasos hacia él. Me miró furioso. Algo había hecho mal, me lo decían sus ojos. Me giré de vuelta a la taquilla y dejé en el interior la prenda húmeda, quedándome en pelotas, tal y como él quería disfrutarme. Lo observé, parecía más satisfecho. Sin embargo, cuando hice un segundo intento de aproximarme, me rechazó de nuevo con la mirada. ¿No quería que fuera hacia él? No era eso, lo que deseaba es que lo hiciese a cuatro patas.
    
    Me eché al suelo y gateé hasta llegar al banco. Me sostuve sobre mis rodillas, como un perro obediente que se sienta ante la presencia de su amo. Su rostro no se inmutó; serio como estaba, levantó la pierna derecha y poniéndome el pie en la cara, me llevó al suelo. Postrado, besé sus pies, lamí los dedos, continué ascendiendo por sus tobillos y, ahora sí, me dejó continuar el trayecto hasta su entrepierna, donde me topé con una erección de enormes proporciones.
    
    Me dispuse a chupársela, pero se inclinó de pronto y me detuvo, sosteniendo mi mandíbula con una mano y abriéndome la boca con la otra. Acumuló saliva en la punta de su lengua y la dejó caer lentamente hasta hacerme tragarlo. Aquello, ...