1. Chica menstruante I


    Fecha: 21/07/2020, Categorías: Fetichismo Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... dentro para succionarla, usando la lengua para lamer el glande y usando a la vez las manos para pajearme y tocarme los huevos, que apretaba hasta el punto de hacerme gritar.
    
    A poco más que hubiera seguido me habría corrido en su boca y, sin duda, le habría llenado su estómago de la gran cantidad de leche que tenía guardada
    
    para ella. Pero no quise que ese momento llegara aún. Tenía que reservar mi semen para ese coño que aún no había visto, pero que me estaba esperando mojado y sucio de sangre. No quería desperdiciar ni una gota de mi simiente fuera de esa vagina tan joven.
    
    Nerea se incorporó y se quedó de pie en la cama con las piernas a ambos lados de mi costado. En mi posición, tumbado, veía su sonrisa en lo más alto de ese cuerpo. Y, despacio, metió los dedos en sus bragas y tiró de ellas para quitárselas. Y allí estaba ese coño ante mí, el precioso coño de una chica que apenas conocía. Una mata oscura de vello fino y arreglado cubría parte de su pubis, con una simetría perfecta. Pero la vulva estaba completamente afeitada. La piel de sus labios brillaban. La excitación había hecho que se humedeciera por sus jugos y, quizá, por algo de la sangre de su regla. Y sí, entre los pliegues de los labios menores aparecía un hilo blanco, el hilo que demostraba que todo lo que Nerea me había dicho era verdad. El hilo de un tampón que dentro de muy poco iba a salir de su cuerpo y que nos iba a proporcionar una situación de
    
    enorme placer.
    
    Se dejó caer y puso su coño encima de mi boca. Antes de que yo pudiera hacer nada, empezó a restregármelo por toda la cara, con un movimiento de un lado hacia otro, de la frente a la barbilla. Como había imaginado, noté humedad, una humedad que me iba empapando cada vez más. La sujeté los muslos para detener ese movimiento lujurioso que era como marcar su territorio. Agarrándola así, dirigí mi lengua hacia su clítoris y empecé a chuparlo de manera descontrolada. Mi excitación era tremenda e iba aumentando mientras le daba lengüetazos a ese pequeño trozo de carne que se había puesto tan duro y que sobresalía de su capuchón. El sabor de su coño era una mezcla entre el sabor salado de los flujos de una mujer y una parte de sabor a hierro que proporcionaba la sangre que estaba tan cerca de mí. Nada me importaba. No sólo le chupaba el clítoris, también su raja recibía mi visita, intentando meter la lengua muy dentro de ella, aunque ese hilo me lo impedía.
    
    Mi boca empezó a saber a sangre, los gemidos de Nerea eran cada vez más fuertes. Me centré en su clítoris: como había hecho con los pezones, no sólo lo lamía, sino que lo succionaba y le daba pequeños mordisquitos. Era como un perro lamiendo, un perro desesperado lamiendo ese pequeño pedazo de carne que tanto placer daba a las mujeres.
    
    Y, al igual que había pasado cuando le comí las tetas, ahora también llegó el orgasmo. Su segunda corrida y ya la conocía: más gemidos, respiración más fuerte y, esta vez, noté cómo sus nalgas y su culo se contraían justo ...