1. Menage a trois: Nina (13), el Jefe (59) y Mandinga (el doberman)


    Fecha: 05/02/2020, Categorías: Dominación / BDSM Sexo con Maduras Zoofilia Autor: DarioCodomano, Fuente: SexoSinTabues30

    ... sintió que acababa. Entonces la sacó a último momento y los lechazos salieron disparados manchando la panchita, los pechitos, el cuello, la cara y el pelo de la putita. Luego se acercó de rodillas hasta la boca de la ninfa y le hizo limpiar la verga hasta dejarla reluciente. Llamó al perro, que lamió todo el pelo, la cara, el pecho, la pancita y la concha de la nena hasa dejarla limpita también. En ese momento les bajé comida, y los tres amantes cenaron. El Jefe, en la mesa y con su plato lleno de puchero; Mandinga, en su cuenco lleno de comida para perro rociada con caldo de carne y triple dosis de Gotexc; la nena, en su cuenco lleno de una papilla hipernutritiva y afrodisíaca, pero de sabor y forma indistinguibles. Hambrienta después de las palizas sexuales recibidas durante horas de parte de sus dos machos, su necesidad de reponer fuerzas se sobrepuso al asco infantil por comer algo que se veía como vómito y con un sabor indescifrable. Hacía horas que Nina era obligada a estar en cuatro patas. Cuando terminó de comer, el Jefe tiró de la cadena para ponerla de pie y atar la cadena a una soga ya ligada a una de las poleas del techo. Luego esposó a la nena con las manos atrás, pasó los pies y los tobillos por dos argollas (acolchadas) separadas por una barra metálica de un metro de longitud y tiró de la soga hasta obligarla a estar en puntas de pie para no ahorcarse. Entonces, con sus chasquidos de dedos que ya hacían horrorizarse instantáneamente a la nena, convocó a Mandinga hacia la conchita inerme. Mandinga empezó a degustar a la nena, que de inmediato comenzó a retorcerse y a cansarse de estar en puntitas de pie. La dinámica de la situación era esta: la nena trataba de encaramarse sobre los deditos de sus pies como única solución para poder respirar, mientras el perro le pegaba una de esas chupadas de cajeta que la enloquecían hasta el furor; cuando la nena se cansaba, todo su cuerpito quedaba colgando del collar y la nena seguía gozando mientras se ahorcaba casi hasta desmayarse e intentaba otra vez ponerse en puntas de pie, lo que lograba de manera breve. El Jefe la dejó casi desmayarse varias veces y al final alejó a Mandinga, bajó la soga hasta que las rodillas separadas de Nina tocaron el frío suelo de cemento pintado de verde, unció una cadena a un extremo de la barra de fierro, elevó la piernita correspondiente y ató el otro extremo por abajo del brazo y entre el cuello y el hombro; hizo lo propio con la otra pierna y otra cadena. La nena quedó con las rodillas afirmadas en el piso, las manos esposadas atrás y los tobillos casi pegados a la espalda. El Jefe elevó un poco la soga con las poleas, y la nena quedó apenas tocando el piso con las rodillas. Entonces convocó a Mandinga, que ni lerdo ni perezoso volvió a lamer ávidamente la conchita de su hembra. Como la nena empezó a gemir (ya ronca), le puzo el bozal con la pelota roja en la boca y se sirvió un whisky que le había bajado para observar como un experto la sofisticada escena ...
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