1. Autopista


    Fecha: 09/04/2019, Categorías: Masturbación Autor: Bellota D I, Fuente: CuentoRelatos

    ... entrepierna para pasar mi mano debajo de mi falda. Mi calzón negro estaba húmedo. Abrí las piernas y pasé mi mano debajo de la tela delgada. Hacía tiempo que había dejado de lado la depilación integral. Me gustaba que mi sexo esté apenas escondido y protegido por unos pelitos cortos y color castaño que procuraba cuidar regularmente. Formaban un vellito ligero y delgado, sedoso y discreto en el cual deslicé mis dedos hasta el interior de mis labios que se hallaban entreabiertos, para recoger un poco de la brillante excitación que los cubría.
    
    —No sé, ¿a ti qué te parece? —le contesté, presentando mis dedos mojados a la altura de sus labios.
    
    Los lamió, fingiendo una profunda reflexión.
    
    —Creo que necesito una muestra más representativa, así nomás no puedo darte una evaluación realista.
    
    Este inicio de juego me estaba calentando.
    
    Diego era un cínico, arrecho y malcriado, amante de la poesía rusa y profesor de matemáticas. La gente lo consideraba pedante, creído y desprovisto de cualquier forma de empatía. Yo lo consideraba como la persona que más me excitaba en el mundo, a quién conseguía arrancar gritos de goce y ruegos desesperados de frustración, como iba a ocurrir pocos minutos después.
    
    Apoyé mis pies en el tablero del carro y volví a pasar mi mano debajo de mi falda, pero esta vez mis caricias eran más insistentes. Recorrían los labios mojados de mi sexo y mi clítoris, con un movimiento pausado y regular. Me excitaba mucho tocarme estando a su lado. Él todavía no podía mirar lo que estaba haciendo, pero era claro que se lo imaginaba sin ninguna dificultad. Solo veía que había levantado mi blusa y que había sacado mi seno del sostén para jugar sin pudor con mi pezón erguido y sensible. La forma de su verga ya se dibujaba nítidamente a través de su jean. Estaba completamente arrecho.
    
    Me metí lentamente dos dedos y dejé escapar un suspiro que Diego no se perdió.
    
    —Ya, está bien, se puede probar de nuevo —dijo, impaciente.
    
    Volví a presentar mis dedos delante de sus labios rollizos que los esperaban entreabiertos. Los chupó con voracidad, su lengua recibía las ligeras idas y venidas de mis dedos. Una de sus manos soltó el volante para desabrochar la bragueta de su pantalón que comprimía su verga. Escondida en su bóxer, estaba totalmente vertical y dura, apoyada contra su pubis, apuntando hacia su ombligo.
    
    La visión era encantadora: Diego mirando la pista, imperturbable, dejando mis dedos cacharle lentamente la boca, con sus manos pegadas al volante y su erección dantesca.
    
    Una gotita que se había escapado de su punta y dejaba una mancha de arrechura en la tela gris de su ropa interior. Me daba morbo. Mi otra mano soltó mi pezón ligero y deliciosamente adolorido, y la bajé para tocarme. Mi excitación era difícilmente aguantable, sentí que mi clítoris se había hinchado. Mi sexo sufría un vacío insoportable. Es una sensación que me vuelve loca. Cuando desgraciadamente me pasa en un sitio inapropiado, como una reunión de ...
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