1. Sesión de fotografía


    Fecha: 02/04/2019, Categorías: Confesiones Autor: El Escriba, Fuente: TodoRelatos

    Allí estaba ella. Mi musa.
    
    Nunca pretendí ser poeta ni escritor. Pero ella me había inspirado tantas veces. Tantas veces hizo que de mi mente y de mi teclado saliera una historia tras otra, en las que siempre ella era la protagonista, con distintos nombres, distintas edades, distintas ocupaciones. Siempre ella, quién ocupaba mi cabeza, la que hacía que cada día mi verga despertara, fiera y arrogante, desafiante hasta su propia extenuación, a la que siempre llegaba, tras abundantes y generosas corridas.
    
    Y siempre ella, siempre ella presente.
    
    Este día tenía que ayudarla, yo a ella, por fin podría ayudarla. Quería ser modelo de fotografía. Cualidades para ello tiene de sobra: es joven, inteligente, muy bonita de cara, con un cuerpo delicioso, atrevida, irreverente a veces. Sublime siempre.
    
    Quedamos en que le haría una serie de fotografías para que las pudiera enviar a un par de agencias de modelos de fotografía. Siempre me ha gustado la fotografía. Soy aficionado, no profesional, pero he hecho fotos realmente bonitas, expresivas y que han sabido destacar lo yo quería, dentro de todo un contexto.
    
    Con ella sería fácil. Destacaba, sin ninguna duda captaba la mirada de todos los que la vieran.
    
    En cualquier caso, sabía que tendría un problema. La sesión de fotos tenía que ir ganando en intensidad, serían cada vez más explícitas.
    
    Mi musa, mi pequeña Princesa eligió un atuendo que la hacía parecer lo que es: una mujer joven y bella hasta el límite. Vistió una camiseta negra, lencera, y un pantalón vaquero, ajustado a sus caderas y culo. En los pies unas botas, el pelo suelo, algo revuelto, desenfadado. Labios rojos, rimmel en las pestañas, y su más cautivadora sonrisa.
    
    Comenzamos la sesión de fotos en la buhardilla de mi casa, con la luz entrando por un lateral y la pared blanca al fondo, se podían hacer bastantes juegos de luces y sombras, que enaltecían su belleza.
    
    La cámara la quería. Era fácil quererla. También yo lo hacía. Nadie puede quedar indemne ante tanta belleza, ante tal naturalidad, ante la expresividad de unos ojos negros que saben que están cautivando el corazón de quién los mira.
    
    Las fotos se fueron sucediendo, con mi musa en distintas posiciones: de frente, mirada altiva, de espalda, mirando a un lado, de lado, mirando al frente, agachándose, saltando, disfrutando de cada disparo, de cada flash, de cada palabra que le decía:
    
    - Así, cariño. Sonríele a la cámara. Ahora gira, salta, mueve tu melena. Así, preciosa, sonríeme a mi, haz que arda en deseo por ti. Haz que todos los que vean estas fotos ardan ansiosos por ti.
    
    No hacía falta darle instrucciones. Ella sabía muy bien lo que tenía que hacer, porque todo lo hacía de forma natural, sin necesidad de impostar nada. Había nacido para cautivar, a través de la cámara o sin ella.
    
    Para la siguiente tanda de fotografìas se quitó la camiseta, quedó con un bonito sujetador blanco, con transparencias. Podía ver en el la marca de sus delicados pezones, pugnando ...
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