1. Hotel Taboo III: La Colegiala


    Fecha: 18/10/2019, Categorías: Incesto Masturbación Autor: New Punk, Fuente: SexoSinTabues30

    El auto de su padre estaba allí, como se lo había prometido hacía ya semanas, en su cumpleaños número quince. Ximena le hizo escribir una promesa: que el último día escuela él la recogería. Y la había cumplido.
    
    Era una camioneta negra y alta. Él la esperaba afuera con una sonrisa.
    
    Ella corrió, y su falda se levantó un poco con el viento. Debajo tenía un short negro, pequeño, que se le pegaba y marcaba su culo apretado, firme y adolescente. Tampoco es que le hubiera importado. Era el último día del año escolar y las preocupaciones de seguir las normas de la escuela quedaban atrás.
    
    Lo saludó con un beso en la mejilla, junto en la esquina de los labios. Él la abrazó y la ayudó a subir, acariciando de paso los muslos que estaban cubiertos parcialmente por las medias blancas del uniforme escolar.
    
    —¿Cómo te fue hoy?—preguntó él, con ese tono relajado pero paternal —. ¿Qué hicieron?
    
    —Me fue bien. Y no hicimos mucho—La voz de Ximena era suave, apenas estaba dejando de lado el tono infantil.
    
    —Muy bien. Te tengo una sorpresa.
    
    Ella abrió los ojos, entusiasmada. Sus pequeños labios rosados se abrieron de alegría. Su padre siempre le daba sorpresas. Ella quería saber que le tenía preparado.
    
    —Mira atrás—continuó él.
    
    Ximena volteó a mirar. En el asiento de atrás había un par de maletas. No necesitó preguntar demasiado.
    
    —¿A dónde vamos?—No podía esconder la emoción. Pocas veces tenía la ocasión de viajar con él.
    
    —A un lugar que te va a encantar–Le puso la mano en la cara y le recorrió la mejilla con suavidad. Con el pulgar recorrió parte de sus labios—. Un lugar en el que los dos nos vamos a divertir. Te lo prometo.
    
    Ximena confiaba en esa promesa. Él siempre cumplía lo que prometía.
    
    El viaje duró más o menos una hora. Y no hicieron ninguna parada. Ella seguía en el mismo uniforme.
    
    Su padre le puso la mano en una pierna cuando llegaron. Ella se había distraído y él la sacó de ese mundo con pequeños y delicados golpes en el muslo.
    
    Su destino era un lugar muy particular: una casona grande, sin ningún tipo de letrero, ni nada que indicara donde estaban.
    
    La ayudó a bajar de la misma manera que la había subido al auto. Y ella notó que no había nadie allí. Ningún visitante.
    
    Entraron al lugar y lo primero que vio fueron los cuadros: mujeres y hombres, niños y niñas. Una mujer los estaba esperando. Era mayor que su padre por unos cuantos años, pero había conservado su belleza.
    
    La mujer le habló a su padre:
    
    —Buenas tardes, ¿tienen reservación?
    
    —Sí señora—respondió él—: a nombre de Francisco.
    
    —Francisco y Ximena. Bienvenidos sean, su habitación es la número uno. Suben las escaleras. Es imposible no encontrarla.
    
    Y siguiendo las instrucciones de la mujer, subieron y se encontraron con tres habitaciones. Dos de ellas estaban cerradas, pero la habitación número uno estaba abierta.
    
    Su pieza era más grande por dentro de lo parecía por fuera. Con un baño, un gran vestidor, una cama en la que fácilmente cabían ...
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