1. Descubriendo el sexo con mi hermana


    Fecha: 12/03/2019, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... por las manchas de flujo que solían tener las bragas.
    
    Por la mañana, las devolvía al cesto llenas de mi semen como si no me importase que nadie lo viera. Por suerte, una de las tareas domésticas que me habían asignado, era hacer la colada, así que solía tener vía libre para ensuciar lo que quisiera.
    
    En verano, aunque cambiásemos de casa, no cambiábamos de costumbres, así que también los bikinis de mi hermana caían víctimas de mi lujuria. Las primeras noches, que eran siempre las que más me costaba dormir, las pasaba en blanco cascándomela, con el iPad conectado al WiFi y los auriculares puestos, viendo páginas porno en las que me daba igual el contenido. Yo sólo quería correrme en ese tejido tan suave y resbaladizo.
    
    Una de esas primeras noches, sin poder dormir por el calor, salí a dar una vuelta por la galería. Estaba a la misma altura que las ventanas de nuestras habitaciones, y era un pasillo largo lleno de plantas en el lado más fresco de la casa. Bajo la ventana de mi hermana había un banquito de madera. Y se me ocurrió una perversa idea.
    
    Nunca la había espiado, pero tenía la persiana a medio bajar y podía verla a través de la mosquitera. Había quitado las sábanas de la cama y dormía sin taparse. Sólo llevaba puestas unas bragas blancas y las tetas le caían desparramadas a los lados del cuerpo.
    
    Eché la mano a mi polla y me puse de rodillas sobre el banco para verla mejor. Un par de minutos me bastaron para saber que ella tampoco dormía. Se incorporó un poco en la cama para rescatar las sábanas que había retirado y volvió a tumbarse echándoselas por encima. Pensé que se me había fastidiado el plan, pero entonces ella hizo una bola con las sábanas y las situó entre sus piernas. Comenzó a mover sus caderas de forma rítmica y abrió las piernas todo lo que pudo. Se masturbaba apretando con las dos manos, como si no tuviera bastante con la presión que hacía sobre su coñito. La oía emitir unos pequeños gruñidos, como si quisiera más, y pronto vi cómo se bajaba las bragas y las lanzaba a la otra punta de la habitación. Esas bragas tenían que ser mías.
    
    Me saqué la polla del pantalón del pijama, que ya estaba manchado de líquido preseminal y empecé a frotarme despacio, de arriba a abajo.
    
    Ella, mientras tanto, había cambiado las sábanas por la almohada. Se había puesto boca abajo y frotaba su chocho con fuerza. De vez en cuando, se abría un poco la raja del culo e intuía, a pesar de la oscuridad, que llevaba depilado el coñito. Y dejó de ser mi hermana. Mientras me pajeaba, ella se convirtió en una guarra, una puta. Una puerca.
    
    “Puerca”, y mi polla latía violentamente. Iba a ser mi palabra favorita. Y de alguna manera tenía que ingeniármelas para conseguir esa funda de almohada, por donde ella restregaba sin compasión su coño. Los gruñidos se hicieron más audibles. Se iba a correr esa cerda, y yo comencé a aumentar el ritmo de mi brazo, quería correrme a la vez que ella.
    
    Dejó de pronto de cabalgar la almohada. Al moverse, vi ...