1. Juan y Gabriel (5)


    Fecha: 09/10/2019, Categorías: Gays Autor: Gabriel Vera, Fuente: CuentoRelatos

    ... lados de los testículos. Metí los dedos bajo el calzoncillo y toqué sus huevos, que estaban ardiendo. La lengua fue a intentar calmarlos, pero sin sacarlos; metí la lengua por el lateral e iba lamiendo sus huevos desde abajo, notando cómo Juan suspiraba y me acariciaba la cabeza.
    
    Lamí el contorno, su entrepierna, notando su olor, bebiéndolo. Iba tocando su polla, apretándola con la mano izquierda. Con la derecha fui a sus nalgas, visité la raja, me interné cerca del ano y sujeté el tronco bajo los testículos. Era hora de librarle de su prisión.
    
    Le bajé con cuidado el calzoncillo, admirando a la vez lo que iba descubriendo. El firme pene de Juan tan cerca de mis ojos, de mi boca. Libre de todo, desnudo, sujeté sus huevos con la mano izquierda y con la derecha paseé por su polla enhiesta.
    
    Apliqué el aceite a la polla y los huevos, que sintieron el calor y el frío alternado de mi mano, de mi saliva, del aceite, del aire que yo le soplaba para avivar ese fuego. Aceitado ya, tomé en la boca su polla y metí primero el glande, y lo apreté con cuidado, controlando que sintiera la presión hasta que deseara. Mientras bajaba y subía la mano por su pene, iba lamiendo y apretando con la boca la cabeza, que sentía mojándose, en mi, y del líquido que iba derramando él mismo. Todo lo aprovechaba yo para apretar y mamar.
    
    Apliqué las manos a sus testículos, suavemente tocando y acariciando. Me fui a su ano y con el vibrador pequeño que tenía en la bolsa de aseo, que había forrado con un condón y lubricado con el aceite, fui tocando toda aquella zona, mientras continuaba con mis mamadas. Juan se movía rítmicamente, me ayudaba a encontrar el mejor movimiento. Subí la mirada a su cara, cuando le fui acercando los dedos al ano, y, encontrándolo, fui abriéndolo con un dedo tentador, que entraba y salía poquito. Aceitado, le metí el consolador en el ano, viendo cuánto podía introducir, y qué le parecía.
    
    Un suspiro me indicó que todo iba bien. Seguí mamando, disfrutando del placer que mi hombre sentía. Aumenté la velocidad del consolador, para acompasarla a la de mis mamadas, y noté cómo se iba afirmando en el suelo, dispuesto para la acometida.
    
    Me agarró de la cabeza y me apretaba y movía fuertemente, con una violencia que a mí me encantaba. Adoraba a aquel macho que era mi amo en ese momento.
    
    Finalmente, con un grito contenido, se corrió un largo rato en mi boca, y, cuando me separaba para respirar, siguió eyaculándome en la cara, en mi sonrisa de orgullo. Seguí apretándole con las manos, hasta que me mandó parar, agotado, después de haber derramado su leche sobre mí. 
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