1. Juan y Gabriel (5)


    Fecha: 09/10/2019, Categorías: Gays Autor: Gabriel Vera, Fuente: CuentoRelatos

    Nos miramos un momento, nos alegrábamos de vernos. Según subíamos a la habitación, en el ascensor, nos fuimos besando, qué importa si hay cámaras de seguridad. Entramos a la habitación más porque recuperamos el aliento para recordar los números.
    
    Nada más entrar, empezamos a besarnos otra vez. Le acaricié mucho la cara. Me encanta su barba y su manera de sonreír. No me importaba que raspara, me había acostumbrado a sentirlo mientras le besaba, y era parte de él; cuando lo recordaba en casa me venía un escalofrío, lo sentía muy cerca.
    
    Ahora sí estábamos cerca de verdad, y no de sueño. El deseo era el mismo. Fuimos en un beso por el pasillo hacia la cama. Nos tumbamos y seguíamos besándonos, las lenguas se entrecruzaban, los alientos se confundían. Tomé su cara entre mis manos y me quedé mirando, sonriente, agradecido por aquel momento, por aquel hombre que conocía hacía tan poco, pero que suponía tanto desde entonces.
    
    Tomé aire en ese momento, y él también. No dejó, sin embargo, de usar las manos, que me bajaron por la espalda, y se metieron bajo el pantalón, levantando el calzoncillo y acomodándose en las nalgas. Así sujeto me volvió a besar, y yo le respondí una vez más.
    
    —Vamos —le dije.
    
    Fuimos al baño, y allí desnudamos, el uno al otro, aprovechando esos momentos para admirar y tocarnos, comprobar que estábamos deseosos como las otras veces. Empecé yo a besarle el cuello, rodeándole para besarlo todo. Le desabotoné la camisa parándome en cada botón, lamiendo su pecho según iba bajando. Botón, beso, lametazo, pezón que adoraba y lamia y chupaba. Así se quité la camisa, besando desde los hombros hasta las manos.
    
    Él me levantó el polo, y me acarició con la mezcla de fuerza y ternura que me volvía loco, apretándome sin que yo pudiera quejarme porque era un placer que se añadía al toque, el saber la fuerza de Juan. Yo iba suspirando, siguiendo su recorrido por mi cuerpo, temblando de vez en cuando por un estremecimiento que señalaba los nervios en tensión.
    
    Le quité primero los zapatos, los calcetines, abrí el cinturón y quité el primer botón. Allí me detuve para mirarle a la cara. Dije su nombre porque me gustaba oírlo, le volví a besar la boca, me puse de rodillas, bajé la cremallera, y le quité el pantalón. Otra vez quería repetir la adoración anterior. Sólo con su calzoncillo, fui marcando con los dedos el contorno de su pene, que estaba semi erecto, mientras yo lo iba tocando para darle forma y vida. El tejido de su calzoncillo era fino, ajustado, me dejaba jugar con las manos con una sensación eléctrica de fuerza y poderío. Qué hermoso era aquel hombre. Subí a besarlo, y bajé a seguir disfrutando e intentando que él disfrutara conmigo. Yo no quería más que servirle.
    
    El calzoncillo estaba lleno de su pene, que yo movía a un lado, para apreciar en su envoltura, pues todavía no era la hora de abrirlo. Tiré del tejido hacia arriba, para marcar aún más las formas y fui recorriendo con los dedos sus muslos, hasta llegar a los ...
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