1. Sexo con la chica delivery


    Fecha: 14/09/2024, Categorías: Lesbianas Autor: Martina Paz, Fuente: CuentoRelatos

    Verla dormir es una visión del mismísimo paraíso. Su pelo largo, color trigo. Su espalda morena, brillante como un oasis. Y sus piernas. Sus piernas hermosas, que parecen medir kilómetros. Un aura especial e incandescente desprende de su figura convirtiendo a la habitación en un cubículo bañado totalmente de luz. Respira tranquila, serena. Quisiera detener el tiempo en este momento para siempre, pero los fuegos artificiales que me encandilaron horas atrás vuelven en forma de pequeñas sacudidas. Intento mantenerme quieta, ya que no quiero perturbar su paz que, también, es mi paz. Pero no consigo enfocar mis pensamientos en ese presente mágico. Se me acelera el corazón. La cabeza, en forma de flashes, comienza a mostrarme imágenes que tampoco quiero borrar. Y, esta vez en mi mente, todo vuelve a suceder.
    
    Eran las once de la noche y acababa de terminar la cuarta película que veía en el día. Últimamente, los domingos no existo para nadie, ni siquiera para mí. Por un instante intenté recordar las tres películas anteriores, pero no lo conseguí. Me pasa todo el tiempo, y cada vez más, eso de olvidar cosas tan simples. Abandoné esos pensamientos al darme cuenta de que moría de hambre. No se me cruzó ni por un segundo la idea de cocinar, así que directamente tomé el celular y pedí una pizza. Necesitaba ingerir algo sólido lo antes posible.
    
    Veinticinco minutos después, suena el timbre. Una voz cálida me dice desde el otro lado: “delivery”. Le pedí por favor que subiera y así lo hizo. Un par de minutos después, un suave golpe en la puerta anunció su llegada. Le abrí, recibí la pizza, le di la propina y nos despedimos. Minutos después, vuelven a golpear la puerta. Observo por la mirilla y ahí estaba de nuevo la delivery. Abro y lo primero que noto son sus ojos llenos de lágrimas.
    
    ─¿Estás bien? ─pregunté.
    
    Obviamente que no lo estaba, por lo que noté de inmediato lo estúpido de mi pregunta.
    
    ─¿Puedo pasar al baño, por favor? ─preguntó casi en un susurro.
    
    ─Sí, claro ─respondí y le indiqué el camino.
    
    En el cuarto de baño sus lágrimas se volvieron ruidosas. Pasaron cinco minutos en los que no hizo más que llorar y quejarse en voz baja. Me acerqué hasta la puerta, la golpeé suavemente y le pregunté si estaba bien. Como respuesta, abrió la puerta, intentando ocultar su pena mientras trataba de forzar una sonrisa.
    
    ─Lo voy a estar. Gracias ─dijo y me abrazó con fuerza.
    
    La invité a que me siguiera hasta la cocina y le ofrecí un vaso de agua, lo que aceptó con gusto. Bebió todo el líquido de una vez, como si hubiese llegado de una larga caminata por el desierto. Estuvimos varios minutos sin hablar, generándose entre nosotras una gran incomodidad. De repente, comienza a sonreír con una sonrisa tibia, apenas perceptible, pero que, a causa de las lágrimas derramadas, le daba un brillo especial a sus ojos verdes. La sonrisa, de inmediato mutó a una carcajada estruendosa, que no tardé en imitar. Luego de varios minutos en los que nada tuvo sentido, ...
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