Hasta que grite tu nombre - Relatos Eróticos

Hasta que grite tu nombre

Hasta que grite tu nombre

Aún era de día cuando entró un hombre, joven, de unos 25 años, al bar donde trabajo. Sus ojos se cruzaron con los míos y una sonrisa tímida salió de sus labios. Labios los cual decidí, desde un primer momento, que quería morder. Su cuerpo estaba bien formado, unos brazos anchos, que encajaban a la perfección con su espalda... y su culo.. Desde que me he fijado en él no he podido parar de preguntarme como ser vería sin esos pantalones deportivos.

Salgo de mi ensoñación cuando este se acerca a la barra.

- Hola guapa, ¿Me pones una cerveza?- Su sonrisa hizo que mi tanga se humedeciera y las palabras se quedasen atrapadas en mi garganta, asi que decidí no hablar e ir a por su bebida.

- Aquí tienes - Le respondí.

- Dime princesa, ¿Tienes algo que hacer esta noche? ¿Podría invitarte a dar un paseo cuando cierrres el bar? - El chico me preguntó con una sonrisa de lo más inocente. La verdad es que mis planes se reducían a ducharme y dormir durante horas, asi que decidí aceptar. ¿Qué era lo peor que podía pasar?

- ¿Como te llamas?- Me preguntó

-Emma ¿Y tú nombre?

- Kay princesa - Lentamente se acercaba a mi oído para susurrarme - aunque esta noche conseguiré que me llames amo y que gimas mi nombre tan alto que nos oiga toda la ciudad.

Un rubor se extendió por mis mejillas, mientras notaba como mi tanga se iba mojando cada vez más y más. No era precisamente una chica fácil y así se lo dejaría ver.

- Si te piensas que vas a conseguir que me abra de piernas para ti esta noche, la llevas clara. Ya puedes ir buscandote una que caiga rendidita a tus pies, por que desde luego esa no soy yo.

- Ya lo veremos. - Con un guiño de ojos se alejó de la barra sentandose en una de las mesas del fondo, desde donde me obserevó el resto de la noche, hasta que cerramos.

Pensando que Kay se habría ido me dirijí hacía mi casa; cuando una mano atrapó mi hombro, haciendome frenar en seco y darme la vuelta. Era Kay, por lo visto no era de los que se rendían facilmente.

- ¿A dónde vas princesa? Esta noche tu y yo teníamos una cita ¿Recuerdas? - Finalmente me rendí y decidí dar un paseo junto a él. Nos conocimos y poco a poco se fue ganando mi confianza. Paseamos durante varias horas hasta que me preguntó si quería ir a su casa. Dudé, me lo planteé durante mucho rato, lo acababa de conocer y apenas sabía nada de él, pero finalmente decidí dejarme llevar.

Su casa estaba bien decorada, en tonos negros y blancos. No había nada colorido que llamase la atención. Me invitó a sentarme en el sofá y me trajo una copa de vino.

- Bueno Emma, he de decir, que mis intenciones contigo no son las más buenas - su cara se iluminó con una sonrisa de niño travieso, como si hubiese cometido alguna trastada - Desde que te ví detrás de la barra de ese bar te he imaginado sin ropa y en todas las posiciones que exisiten. Jugando con tu cuerpo e imaginando como sonarían tus gemidos

En ese momento el calor empezó a subir por mi cuerpo, ...