Doña Rodríguez. — Capítulo I. Mi profe de Lengua. - Relatos Eróticos

Doña Rodríguez. — Capítulo I. Mi profe de Lengua.

Capítulo I. Mi profe de Lengua.

El ambiente era el mismo en uno de tantos días. Yo contemplaba embobado a Carla, que hablaba en voz baja con su compañera de mesa. Los fluorescentes del techo se reflectaban en sus ojos y en su aparato dental.

Carla había sido micrushdesde el colegio, estaba prácticamente enamorado de ella, vivía imaginando constantemente como sería salir con sus encantadoras orejas de soplillo, que flanqueaban un rostro perfecto a medio cubrir por un flequillo cerrado... Le eché valor y me animé a hablarle después de clase.

—*TAC* Una repentina picadura en el cogote interrumpió mis pensamientos intrusivos, me giré para descubrir a Kevin, que me lanzaba canutos desde el fondo de la clase. Volví a girarme para atender a Dña. Rodríguez, nuestra profesora de Lengua y Literatura. Dña. Rodríguez escribía en la pizarra frases para analizar sintácticamente. La ceñidura de su falda de tubo se adhería a sus sinuosas caderas y remarcaba el volumen de su trasero.

—*TOC* Un segundo canuto impactó en mi nuca. Oí las risotadas reprimidas en la última fila. Saqué un lápiz de mi estuche y me dispuse a tirárselo a Kevin mientras Dña. Rodríguez seguía de espaldas, lo lancé con tan mala suerte que se me escurrió de los dedos, rebotó en el proyector del aula y aterrizó a los pies de la profesora.

…

—¿Quién ha sido…?

Encogido levanté la mano para evitar mayores consecuencias.

—Marcos, quédate después de clase, quiero hablar contigo. —Confesó Dña. Rodríguez en un gesto tan serio que me heló la sangre.

Me ruboricé de la vergüenza. Volví a oír las risas de Kevin y su banda, esta vez casi incontenibles.

…

Al terminar la clase todos mis compañeros se fueron y yo me acerqué a la mesa de la profesora, donde ella barajaba una tanda de fotocopias grapadas.

—¿Quería algo,profe? —Pregunté educadamente.

—Siéntate. —Me ordenó, ignorándome.

Obedecí y me senté. Frente a ella se apreciaban mucho mejor sus marcados pómulos, adornados con una suerte de pecas que recorrían su rostro y bajaban hasta su sutil escote. Nunca había reparado en lo guapa que era aquella mujer, quizá por la edad, o porque siempre vestía conmodelitos desfasados.

La profesora ojeó por última vez la grapa de folios que tenía entre las manos y la lanzó sobre mi lado de la mesa.

—Quiero una explicación. —Exigió ofendida.

Intrigado miré la grapa, resultó ser una compilación de mis calificaciones. Levanté la mirada hacia mi profesora, distinguí su ceño fruncido bajo los cristales rectangulares de sus gafas. Tragué saliva.

—¿A-a qué te refieres,profe? —Respondí nervioso, a lo que me atravesó con una mirada fulminante.

—¿No es evidente, niñato? —Me achacó. —Y llámame ‘Doña Rodríguez’ —Apuntilló antes de que pudiera contestar.

—B-bueno, y-yo… —Balbuceé tontamente y me quedé en silencio. Su insulto me había dejado descolocado.

—Tú ¿Qué…? —Preguntó sarcástica al tiempo que arqueaba una de sus despobladas cejas.

Me contemplaba fija e ...