Número 79 (parte I) - Relatos Eróticos

Número 79 (parte I)

Sólo cien metros más caminando y hubiera sido imposible contener el orgasmo una vez más. Ya era el tercero que lograba esquivar y seguramente en esta ocasión hubiera tenido que apoyarse en alguna farola, un banco… dejar de morderse la segunda falange del dedo corazón, rezar porque no hubiera mucha gente alrededor, tomar aire, bajar la cabeza, flexionar ligeramente las rodillas, girar sutilmente un pie hacia dentro, cerrar los ojos y gritar de éxtasis culpable hasta vaciarse por completo.

Pero volvía a conseguirlo y Amo estaría orgulloso, sin duda. Portal número 97. Hizo la llamada y automáticamente el lush dejó de estremecer el interior de su vagina. Quinto piso con entreplanta, y por las escaleras, naturalmente. Ahora todo sería más fácil, con el plug en su culo ya tenía experiencia suficiente en controlar una única fuente de placer. Incluso subiendo 12 tramos de escaleras. Maldita fricción. Pero estaba hecho. Abrió la puerta con su llave.

El piso ocupaba toda la planta. Amo y Perra se habían preocupado de elegirlo correctamente. Algún día sería para su hija, pero ahora era para ellos. En absoluto secreto, sólo para sus placeres y sus perversiones. Barrio bien, zona tranquila, estancias amplias, luminoso y frente al parque, techos altos y, sobre todo, forjados gruesos que amortiguasen cualquier gemido, grito o súplica que se saliese de decibelios.

Se quitó el vestido, lo dobló armoniosamente y lo colocó sobre el aparador de la sala principal. Uno de los pocos muebles que los anteriores dueños tuvieron a bien dejar. De castaño macizo, noble pero minimalista y con una veta muy original. Sobre el vestido, los salones Aquazzura, formado casi un corazón. Zorra se sorprendió gratamente de la forma que involuntariamente había conseguido con ellos. Azul claro sobre blanco. Se sentía plena.

Las braguitas desaparecerían de su cuerpo en el justo momento que Amo lo ordenase. Aún no había aparecido, aunque Puta oía la música de la habitación contigua. Era lo único que Amo se había llevado de casa al salir, los vinilos Mezzanine y Ritual Spirit. Hoy tendrían tiempo de sobra.

Se puso de rodillas, las nalgas apoyadas contra los talones, las manos descansando sobre las rodillas, y contra la pared. En cualquier momento aparecería Amo y debía estar en su posición. Un ligero sobresalto de menos de dos milímetros entre dos listones de las maderas en espiga que conformaban el suelo le estaba castigando la rodilla derecha. En caso de que Señor se demorara mucho, podría empezar a causarle algo más que una ligera molestia. Si se movía un par de centímetros podría encontrar una desviación entre listones aun mayor. Si se movía más, Amo se daría cuenta y sería debidamente castigada. Bajó pues la mirada estoicamente y trató de abstraerse contemplando sus propios muslos fuertes y tensos, gracias a la moderada actividad física. A unos diez centímetros de sus ingles aún quedaban marcas de la anterior sesión, cuando el flogger se había entretenido “acariciando” ...