Encarnación y sus hijas - Relatos Eróticos

Encarnación y sus hijas

Encarnación y sus hijas

Esta historia fue real, y tuve la oportunidad de vivirla por ello pienso que seria bueno que la conociesen.

Vivia como pasha, pero con la férrea tutela de mis padres y tios, que deseaban estudiase derecho como lo habian hecho todos ellos, que vivian holgadamente como abogados de varias internacionales, yo pensaba con mucha profesionalidad y pocos escrúpulos.

Hace años ya, era un mozo aventurero y deje mi hogar donde estaba cómodo, pero me sentía aprisionado por no poder desarrollar mi locura por viajar y conocer nuevas culturas, lugares, costumbres, mujeres, aventuras, en fin todo los sueños imposibles de cualquier tarambana reacio a una vida normal.

Con mi mochila a cuestas caminando y haciendo dedo llego a una comarca al pie de frondosos cerros y ríos de montaña, donde el agua que corria era transparente, tanto que se veian a los peces de distintos colores y tamaños nadar con campesina lentitud.

Alli todo era tranquilo parecia que el dia tuvise 20 horas, nada ni nadie parecia hacerse problemas por nada.

Era media mañana habia dormido en mi carpita iglú, tenia hambre y estaba destemplado el clima, solo encontré abierta una panadería, alli fui por algo para comer.

Tenían unas tortas negras de esas con mucha azúcar color caramelo y masa muy blanca, me compré seis, que la verdad eran gigantes, las devoré sin ningún liquido mas que agua del rio, pues no encontraba un lugar donde beber algo, todo permanecía cerrado.

Recién abrían los comercios casi al mediodía y algunas, muy pocas personas se veian transitar por las calles.

Pensé aquí nadie va a trabajar?, que vagancia, un lugar ideal para retozar a la sombra de algún árbol , a la orilla del rio ahora que ya el sol calienta el ambiente.

La panadería donde estuve era el único negocio abierto y lo atendía un señor bastante mayor, parecía un ochentoso abuelo, paso de nuevo frente a ella y veo en la vereda sentadas tomando mate con facturas a cinco mujeres, cuatro muy jovencitas veinteañeras y una cuarentona gorda, que supuse seria su madre.

El viejito que atendía el negocio se encargaba de llenar la bandeja con las facturas que ellas comían.

Pensé las dueñas son ellas y el hombre debe ser su dependiente, mientras el pobre trabajaba.

Las pendejas regodeándose, la verdad que mal ejemplo.

No me aguante y les dije: Porque no ayudan al señor?, no ven que es una persona mayor.

Me miraron despreciativamente y ni bola me dieron, seguí mi camino realmente contrariado.

Por fin un bar abierto, me siento, la cerveza y estaba realmente muy buena, bien fresca y mejor tirada.

Quien la servía otro señor de edad, y en una larga mesa otras tres mujeres riendo de sus cuentos devorando una rosca con pasas y frutas abrillantadas.

Sera posible que aquí solo trabajen los viejos y las mujeres se rascan el pupo.

Bueno en casa pasaba lo mismo, pero son de otra condición social.

Curioso por lo raro de esa vida pueblerina, me quedo dialogando con ...