1. Me convertí en un sumiso castrado (parte 3)


    Fecha: 06/03/2024, Categorías: Dominación / BDSM Fetichismo Gays Autor: Anonimo, Fuente: SexoSinTabues30

    No terminaba de acostumbrarme a llevarme la mano a los pantalones y no encontrarme el miembro. En su lugar, rodeado por abundante vello, había una pieza diminuta metálica que constreñía lo que hasta el sábado anterior había sido mi pene, dejando mis huevos libres y solitarios. La primera vez que fui al baño pensé que no sería capaz de expulsar nada, aunque recordaba haber eyaculado en casa de mi ahora dueño.
    
    Era incómodo, pero tenía sus ventajas: no amanecía con una erección y, en consecuencia, tampoco perdía el tiempo masturbándome. Podía ser rara la ausencia de «bulto» o paquete en mis pantalones (cortos, pues era verano), pero, de notarlo, nadie diría nada. Tampoco es como si antes se me marcara mucho, flácida la tenía pequeñita. Y en cuanto a la parte estética: me gustaba. No solo me convertía en un sumiso pasivo, sino que me daba aspecto de tal. Aunque os pueda parecer extraño, sentía éxtasis al verme así.
    
    Leí en internet al respecto, busqué en foros y vi que algunos usuarios presumían de no quitárselo en meses. Uno incluso afirmaba superar el año castrado de ese modo. ¿Aguantaría yo tanto? Más tarde di con los efectos adversos, con la parte oscura detrás de esos instrumentos: a largo plazo, problemas de erección, reducción del tamaño… Prometían que usar ese tipo de artilugios dejarían mi pene inservible para el sexo, diminuto, siempre infantil, y pasado el terror del primer minuto, sobrevino el morbo y el deseo: era lo que quería, llevar mi sexualidad a la parte de atrás, ser pasivo, estar a merced de un hombre dominante, y con el chico que me había puesto la jaula (y que guardaba la llave) tenía la oportunidad de experimentarlo. Luego ya decidiría si me quedaba el juguetito o no.
    
    Pero como suele pasar, a los dos días de mi última eyaculación me entraron unas ganas inmensas de masturbarme. La notaba apretada en su microscópico espacio, la piel bajo los huevos se tensaba y estos se iban hinchando y contrayendo como si tomaran aire y expiraran, tan nerviosos como yo.
    
    Intenté tocarme de algún modo, darme placer, pero fue imposible. Ni frotando los huevos o meneándolos ni apretando el círculo que aplastaba mi polla ni introduciéndome dedos. Necesitaba la polla de mi dueño.
    
    Le escribí y me dijo que no podría quedar hasta el sábado siguiente. Me sometía de ese modo a una tortura. Día tras día mis testículos se hinchaban, y llegó un momento en el que creía que me dolían sin parar. Nada los calmaba. Yo andaba sediento y estaba impaciente.
    
    Cuando al fin volví a montarme en el coche de aquel hombre, tras cinco días de infierno y placer (experimentaba el placer a través del infierno al que me sometía), no quise esperar a llegar a su casa. Me lancé a su bragueta y empecé a desabotonarle el pantalón para extraer su polla y metérmela en la boca. Se rio, pero dejó que fuera calentándole camino a su casa. Y una vez dentro, se desnudó, hizo lo propio conmigo y empezó a follarme la boca en el vestíbulo. También estaba impaciente.
    
    Me dejó ...
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