Blind - Relatos Eróticos

Blind

Viajabas en el metro de vuelta del trabajo, estabas sentada en la última fila del vagón; siempre lo haces. Mirabas por la ventanilla el paso de los árboles y los carteles de publicidad. El convoy reacciona con el aire al pasar por los postes eléctricos y carteles de inmobiliarias con las mejores ofertas, emitiendo un sonido repetitivo y sordo. Cadente cadencia. Todos venden las mismas viviendas. Todas mienten.

Un hombre con una chaqueta gris, camisa blanca y pantalón oscuro está sentado en los asientos de tu izquierda. Es un hombre de mediana edad, le echas casi los sesenta. Tiene barba canosa. A su lado una joven en la veintena, quizás más, una chica de porcelana, frágil y muy atractiva. Él le recoloca un mechón de su cabello oscuro y se lo lleva detrás de la oreja. Ella lo mira como si fuera el único hombre de la tierra. No son familia, piensas. Fantaseas con ellos. Les pones nombres: Chloé, para ella, a él le llamarás Señor.

Chloé inclina la cabeza al llegar los dedos detrás de la oreja, bajan por su cuello mientras ella cierra los ojos. Son cariñosos. Él le dice algo. “Mi querida…” Escuchas a medias. Piensas en esas dos palabras. Mi querida amante, mi querida mujer, mi querida… Necesitas más información. Ella se lleva la mano al cuello y la deja encima de la de él. Lleva un tatuaje en la mano, texto, letras… Agudizas la mirada. “Soy de mi Amo” lees a duras penas. ¿Una esclava? piensas o quizás ¿una sumisa? Intuyes. Es tu fantasía. Puedes hacer lo que quieras.

Él se acerca a ella, parece gigante a su lado y le dice algo al oído. Ella lo mira, sonríe y asienta con la cabeza. Se retira, apoya su cuerpo en el asiento con la comodidad que ofrecen. Tú miras, extrañada, la escena. ¿Fantaseas? O es cierta... Sigues atenta los movimientos de Chloé.

Ella parece mirar a su alrededor, comprueba si la observan. Tú disimulas y abres un mensaje porInstagram, sonríes y escribes “Te como a besos”. Miras por encima de la pantalla y ves que él le da su chaqueta. Ella la deja en su falda y cubre sus piernas. ¿Tendrá frío? te preguntas. La estación se acerca, aquí se baja la mayoría de repartidores de comida rápida y jornaleros. Nadie sube. El vagón se queda solo salvo ellos dos y tú. Un escalofrío te sacude la espalda.

El último trayecto tiene dos paradas. Una está cerca, la otra, la tuya, está aún muy lejos. Atardece y el alumbrado de la ciudad se enciende con lentitud. Chloé mete una mano por debajo de la chaqueta hacía sus piernas. Levanta su cuerpo perfecto del asiento y parece tirar de algo entre sus piernas. La chaqueta impide verlo. Fantaseas. ¿Las bragas? Miras el celular y escribes “Y yo, mi vida” Suspiras. Chloé se sienta y mira a su acompañante. Sonríe dulce.

El Señor, mira a la muñequita atento, lo hace con perversidad, con deseo. Ella mueve la chaqueta un poco y deja una pierna descubierta. Las pequeñas bragas negras están arroyadas y tensas entre sus piernas. Él mira y ella se tapa. Tú miras y destapas tus sentidos. ¿Sabrán ellos ...