El castigo - Relatos Eróticos

El castigo

... colabores, sino te podría hacer daño de verdad. La cogí con fuerza del pelo, le di dos bofetones y la lancé de nuevo contra mi escritorio. Apoyada en la mesa, llorando, dándose cuenta de que no tenía nada que hacer, esperó. Mi excitación era bestial, sin mediar palabra cogí la regla de metal, levanté su falda, dejando su culo sólo vestido con su tanguita al aire y le di un reglazo en los muslos con todas mis fuerzas. Inmediatamente se pusieron rojos, ella gritó en un grito sordo, luego otro y otro, en el culo, una y otra vez, sólo la oía llorar, ya no gritaba. Me dolía el brazo de pegarla. Su culo tenía un color rojizo intenso, incluso manaba algo de sangre por dentro de sus muslos.

Con las tijeras corté las bragas y eché dos escupitajos en un ano que palpitaba por el calor de la paliza. Metí un dedo, luego dos, intentó levantarse, pero con la otra mano la sujeté contra la mesa, después de que mis dedos no pudieran entrar más, acerqué la punta de mi polla, estaba dura como un ariete, abrí con las manos sus nalgas, fuerte, para dejar bien visible el agujero y empecé a meter. No me resultó fácil, era un culo muy estrecho, pero eso me puso aún más loco, sus gritos de dolor, su pataleta intentando evitar lo inevitable, su llanto, su desesperación me excitó como a un animal. Le clavé la polla hasta los huevos, estoy seguro de que la dolió mucho porque mi estado de exaltación me impidió tomármelo con calma. Agarrando sus caderas la follé durante un par de minutos hasta que mi leche inundó su estrecho canal y caí agotado sobre su espalda.

Mientras recuperaba el aliento y seguía jadeando como una animal sobre ella, miré a la cámara de seguridad y pensé en la infinidad de descargas que me iba a suponer este video cuando lo colgara en internet.