1. Una historia de amor filial


    Fecha: 26/07/2019, Categorías: Incesto Autor: barquidas, Fuente: RelatosEróticos

    ... de galpón o cobertizo cerrado donde se almacenaba paja y grano para el ganado; al salir a sus oídos llegaron bastante nítidos rudos humanos procedentes de allí. Grititos, jadeos, gemidos… De mujer y de hombre. Con el corazón en la garganta Daniel se aproximó al cobertizo, con sigilo empujó la puerta y se coló dentro. Aguardó unos minutos hasta que su vista se habituó a la penumbra del local, y entonces, sigiloso cual entró, avanzó entre las pacas de paja y los fardos de grano, directo hacia el lugar del que venían los sonidos. Y los vió; vió a su madre, desnuda de cintura para abajo, mamársela al Santos del demonio. La “cosa” del hombre entraba y salía de la boca de Elena con entera fluidez al tiempo que las manos femeninas subían y bajaban a todo lo largo de aquél grueso y largo “palo”, en tanto el Santos gemía y bufaba de placer. Aquello duró unos minutos, bastantes, más de media hora seguramente, pues Elena era maestra en la materia y, cuando notaba que su amante estaba a punto de vaciarse, bajaba la “marcha” de las manos y apretaba las gónadas del hombre para cortar la eyaculación, con lo que podría alargarse el momento a voluntad. Pero cesó, tal vez por aquello de que todo en esta vida se acaba, y cuando al fin Elena permitió a Santos eyacular se tendió a su lado abriendo las piernas. Había llegado su turno y Santos entendió esto a la perfección. Se incorporó, se arrodillo entre las piernas de Elena, abiertas y “pelín” flexionadas hacia arriba, procediendo a bajar las bragas a la entonces su hembra, que colaboró en la operación elevando una pierna para que el hombre se las sacara por el pié.
    
    Allí quedó, ante los ojos casi vidriosos de Daniel, la vulva de su madre, mostrando en todo su esplendor los labios mayores, más abultados que los del general de las mujeres, y los menores, mucho menos largos y gruesos que los anteriores, como su nombre indica; su tono, el de los mayores sobre todo, era de un tono entre sonrosado y marrón en contraste con el color del interior de la vulva, entre rojizo y rosado. Entonces Daniel vio cómo Santos introducía la lengua en aquél pocito de dulce ambrosía y cómo esa lengua de movía lamiendo, acariciando la dulzura de aquél hoyito hacia arriba para desandar seguidamente el camino hacia abajo
    
    Elena gemía, Jadeaba y gritaba… Gritaba histérica, del histerismo producido por el intenso placer que recibía de su amante. Hasta que no pudo más, hasta que le fue imposible aguantar más las tremendas ganas de gozar con desenfreno, las tremendas ganas de ser penetrada por aquella “estaca” que en esos momentos anhelaba tenerla dentro más que ninguna otra cosa en el mundo. Lanzó un profundo alarido
    
    Elena, de un empellón lanzó a Santos al suelo, boca arriba, y de un salto, como un felino carnicero se arrojaría sobre su presa, se encaramó sobre el cuerpo del sorprendido Santos. En un segundo se desprendió de la blusa que hasta se desgarró al sacársela ella sin consideración alguna, deshaciéndose después del sujetador por ...
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