1. Una historia de amor filial


    Fecha: 26/07/2019, Categorías: Incesto Autor: barquidas, Fuente: RelatosEróticos

    ... que traía, hechas en “El Corte Inglés” de Castellana o Argüelles, y si tenía en cuenta el tiempo de comprar y el trayecto, ida y vuelta, más lo que se pierde en atascos, sin duda sería difícil que se entretuviera en “jugar” con quien fuera. Si a esto se añadía que con él volvía a estar cariñosa y atenta, concluir que su madre se había “reformado” como sumar dos y dos. Y esto le tranquilizó y llenó de alegría. El odio de años que acumulara contra Elena fue diluyéndose como azucarillo en café hirviente.
    
    Durante las vacaciones de verano de aquel su primer curso de carrera, cundo él acababa de cumplir los diecinueve y su madre los treintaiséis, una tarde que estaba en el saloncito de la casa, donde estaban la tele y el video, y él se entretenía viendo un partido de baloncesto, entró su madre, Elena, luciendo un conjunto de blusa o camiseta lo menos dos tallas por debajo de la suya, faldita corta, con vuelo, y pies enfundados en playeras de lona. Sin medias, pues el calor apretaba lo suyo. Se sentó frente a él en un sillón y distraída miró la tele que Daniel veía
    
    Aquí Elena cambió de posición en la butaca. Se descalzó y alzó las piernas hasta posar las plantas de los pies en la butaca, en tanto abrazaba las piernas hasta enlazar entre sí ambas manos por las rodillas. Entonces ante Daniel quedaron, desnudos y a la vista en toda su extensión por su cara interna, los muslos de su madre. Y entre la sensual morbidez de esos muslos de perdición, las braguitas negras ajustadas a esa parte por antonomasia femenina del organismo de la mujer, dejando asomar por sus lados la negrura del vello púbico de Elena amén de resaltar la forma de los labios mayores al ajustarse a la braguita.
    
    Esa visión automáticamente fue irresistible imán para los ojos de Daniel, incapaz de separar de allí la mirada. Aquella obsesión por el cuerpo de su madre, que últimamente había empezado a decrecer, renació vigorosa hasta en la última fibra de su ser enardeciéndole hasta lo indecible. Pero entonces ocurrió que Elena puso la guinda en el pastel del enervamiento de Daniel cuando empieza a decirle
    
    La conversación iba subiendo de tono, abriéndose el abismo entre los dos. Elena había bajado de nuevo las piernas al suelo de manera que la “visión” se había cerrado y en Daniel el viejo resquemor renacía
    
    Las hostilidades entre ambos se habían vuelto a romper y la “guerra” de nuevo se cernía separándoles irremisiblemente.
    
    Elena se había levantado cuando habló y, dando la espalda a su hijo se marchó del saloncito, eso sí, contoneando su cuerpo, marcando piernas y trasero, resaltando sus braguitas bajo esa falda corta cuyos pliegues caían a peso sobre el suelo ciñéndose a su cuerpo, a ese trasero de verdadero ensueño que encandilaba a su hijo.
    
    Daniel también se levantó sin separar la vista de ella, de sus formas, de ese trasero que por minutos más le enervaba. Se odió a sí mismo; se aborreció como a nada ni a nadie había nunca aborrecido.
    
    El verano siguió transcurriendo y ...
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