1. La vendedora


    Fecha: 13/11/2022, Categorías: Lesbianas Autor: Virjal, Fuente: TodoRelatos

    ... pero la pequeña putita aprendía rápido. Por algo era buena estudiante. Era una maldita prodigio.
    
    —Martita… Oh, Dios… Martita… —Perdí la guerra. Rodeó mi cadera con los brazos y lamió tanto como su cuerpo drogado le permitía. Seguí dándole lengüetazos, pero mi boca se convirtió en una maquina de sonidos de satisfacción, en vez de placer. Sin duda estaba pagando bien por la droga que le di.
    
    Fue entonces que hice un ultimo esfuerzo. El orgasmo es como un globo que se llena de adrenalina y una especie de carga eléctrica. Es desesperación por sentir placer puro, pero al mismo tiempo el cuerpo lo rechaza. Es necesario atravesar aquella muralla para lograr obtener una satisfacción inconmensurable. No me extraña que se hagan poemas hacia los orgasmos.
    
    Le metí dos dedos en su coñito y comencé a estimularla por dentro al mismo ritmo de sus lamidas en el mío. De nuevo gimió, pero no se detuvo. Creí que eso la haría perder velocidad, pero sólo la llenó de morbo y locura. Gozaba más y anhelaba más placer. Entre más me daba a mí, más le daba yo a ella. Volví a darle lengüetazos a su clítoris al ritmo en que la penetraba con mis dedos y fue entonces que la oí chillar.
    
    No hay sonido más bello en el mundo que escuchar a una mujer en el clímax. Es un volcán haciendo erupción. Y en este caso, lo fue literalmente. Me mojó la cara con un chorro de su fluido. Se terció debajo de mí y gritó al tiempo que estrujaba mis nalgas como si con eso pudiese calmar aquella avalancha que derretía su cerebro. Fueron tres o cuatro segundos en los que gritó, chilló y rugió como una criatura herida. Por un momento creí que le había ocurrido algo, pero en realidad sólo estaba sufriendo un ataque de satisfacción.
    
    Me levanté y la miré apretándose las tetas. Su rostro enrojecido me miraba suplicante, pero sin poder respirar. Me incliné hacia ella para mirarla mejor. Todo su cuerpo temblaba. Casi no había nada de blanco en aquellos globos oculares.
    
    —¿Martita? —Pregunté un poco preocupada.
    
    Jadeó como pez fuera del agua.
    
    —Quiero más…
    
    Sonreí. La niña bonita, bien portada y decente era una adicta a la dopamina. Mi negocio sufriría si eso seguía así.
    
    Me acosté junto a ella y mis dedos fueron hacia mi coño, donde con movimientos circulares me deleitaron mientras miraba a aquella niña con la falda alzada y desarreglada. Sin embargo, lo más lascivo en su cuerpo no era su coñito enrojecido o sus tetas grandes. Era su rostro, enrojecido, desfallecido y suplicante por más placer. Babeaba y sus ojos eran incapaces de concentrarse en nada. El orgasmo le había fundido el cerebro. Me sentí orgullosa.
    
    Luego de venirme, fui a la estantería, tomé un poco de yerba, armé un cigarrillo y fumé a su lado. No era muy adepta a las drogas, a pesar de venderlas, pero en ese momento me sentía merecedora de un pequeño deleite. Además, el humo la tranquilizaría un poco. Sus manos inquietas no dejaban de tocar su vagina y senos, mientras me suplicaba volver a cogérmela.
    
    —Relájate un ...
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