1. La vendedora


    Fecha: 13/11/2022, Categorías: Lesbianas Autor: Virjal, Fuente: TodoRelatos

    ... prefería que la encontraran rápido en vez de que destruyeran la casa buscando. Si nos atrapaban, poco se podía hacer, aparte de sobornarlos.
    
    Tomé una pequeña bolsita con la dosis que ella solía comprar. Así las había preparado para ella y para los otros clientes habituales. Caminé hacia ella y también me senté en el sillón. Martita estiró la mano para tomar la dosis, pero yo la aparté. La miré con una sonrisa juguetona.
    
    —Debes pagar, preciosa.
    
    Ella parecía confundida.
    
    —Ya te dije que no tengo con qué. ¿Dónde está tu hermano? Puedo pagarle a él.
    
    No dejé de sonreírle. Me quité la chaqueta que llevaba encima por culpa del repentino clima frío. Ella desvió la mirada cuando me vio quitarme la camiseta y mostrarle que no quería llevar brasier en mi casa. Mis senos no eran muy grandes, pero sí tenían el tamaño suficiente como para desviar miradas. Solía llevar ropa suelta para que las personas inadecuadas no me miraran. Los ojos de Martita casi se salen de las orbitas cuando me vieron acostarme, abrir la bolsita y formar una línea de polvo blanco sobre la curvatura de uno de mis pechos.
    
    —Págame a mí.
    
    Martita lo dudó por un segundo. La vi tragar saliva e inclinarse con timidez. En su rostro adivinaba el dilema por el que pasaba. Aún conservaba decencia, por lo que sabía que se prostituía por droga, pero al mismo tiempo la quería, la necesitaba.
    
    —Si hago esto…
    
    —No te cobraré— respondí.
    
    Pobrecita. Con un enorme futuro y aun así se dejaba llevar por las drogas. La sentí inhalar y sus labios pasaron justo por encima de mi pezón. Ya estaba húmeda, pero sentir sus labios me hizo empapar. Y tal parece que a ella también, pues, justo después de introducir esa sustancia en su cuerpo, me miró con asombro y resopló con placer. Le sonreí triunfal. Debía hacerlo, tenía a la chica más bella del barrio sobre mí y acababa de pasarme la boca por las tetas. Ella no se lo tomó a bien.
    
    —¿De qué te ríes, pendeja? — dijo exasperada. Sus pupilas eran enormes.
    
    Antes de que pudiera responderle, sus labios se unieron a los míos y su lengua invadió mi boca. De pronto me sentí excesivamente vestida a pesar de sólo tener pantalones en ese momento. Sus manos las usaba para sostenerse encima de mí, por lo que no podía defenderse de mis manos. Tal vez no era diferente a los amigos de su papá, pero no parecía disgustada con mis dedos bajo su blusa, buscando desprendérsela, al igual que su brasier. Un poco de cordura afloró en su rostro y se apartó de mí. Se acostó a mi lado jadeando, confundida con sus enormes ojos dilatados.
    
    —¿Qué estoy haciendo? —preguntó al aire, pero yo subí sobre ella y reinicié mis esfuerzos por quitarle la blusa. Ella no ofreció resistencia. Su brasier negro, torcido y desabrochado era lo único que la cubría cuando dijo: — ¿Esto está bien?
    
    —Claro que sí, preciosa. Si no, te devuelvo tu dinero.
    
    Le quité su brasier y mientras le masajeaba un pecho mis labios se unieron a los suyos. Tenía buenas tetas. Al igual que yo, ...
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