1. Cuando me comprometí


    Fecha: 20/07/2019, Categorías: Hetero Infidelidad Autor: Ishtar, Fuente: SexoSinTabues30

    Como ya he contado, he tenido relaciones sexuales con mi primo Diego (de quien escribí en mi relato “El diácono”) desde que éramos muy jóvenes y han continuado hasta la fecha.
    
    Dentro del fervor religioso inculcado en la familia desde que tenemos uso de razón, incluso desde antes, pues a todos nos bautizaron a los pocos meses de nacidos. Me inclinaron a que hiciera un noviciado. A los pocos meses me dijeron que no estaba llamada para ser esposa de Cristo (seguramente en alguna de las revisiones se dieron cuenta que ya no era virgen), pero que aún podía servirlo sirviendo a un marido creyente y educando a mis hijos en el amor y en el temor a Dios.
    
    Estudié en la Normal para señoritas y terminé mi carrera. Di clases en la primaria y secundaria de varias escuelas religiosas antes de impartir cátedra en mi alma mater, donde muchas alumnas estudian MSC (Mientras Se Casan). Además de las clases normales, en la tarde se daban cursos sobre asuntos que les servirían durante la vida: cocina (llamada «nutrición y salud»), costura (con el nombre de diseño y confección), modelaje (a la materia se le llamaba «personalidad» y versaba sobre posturas para posar elegantemente mientras esperan, cómo caminar y parecer unas señoritas atractivas) y conferencias sobre los valores y la manera de atender a la familia y distribuir correctamente el gasto familiar.
    
    En una ocasión me comisionaron para llevar a las alumnas a un concurso académico que duraría una semana y nos mediríamos con otras escuelas de las entidades de la región, la mayoría eran escuelas mixtas, pocas eran de un solo sexo. Nos instalaron en un campamento recreativo, asignándonos una cabaña para las seis concursantes de la escuela y yo como «cancerbera» pues debía cuidar de la buena conducta de las señoritas.
    
    Sucedió que una de mis pupilas se lesionó jugando y la llevé a la enfermería donde el médico le curó los raspones. El médico era pasante y atendía ahí haciendo su servicio social. Tuvimos un «flechazo» y al tercer día derivó en un riquísimo coito, con protección, ¡claro!, que se repitió varias veces durante toda la estancia, mientras las chicas atendían sus actividades. Varias de ellas lo sospecharon, pero creo que fuimos lo suficientemente discretos y teníamos todo el consultorio casi siempre libre.
    
    El médico insistía en que lo hiciéramos sin condón y, si pasaba algo, nos casaríamos de inmediato, pero le dije que eso sucedería hasta que estuviésemos casados. Al terminar el concurso, continuamos en contacto telefónico y postal, también me fue a visitar, conoció mi casa y mi familia, lo llevé a conocer mi ciudad, y pasábamos invariablemente a su hotel para amarnos como es debido. Con el tiempo la relación se enfrió y él se casó con otra, pero nos seguimos viendo una o dos veces al año, para recordar viejos tiempos.
    
    Por cuestiones profesionales, conocí a un señor casado, quince años mayor que yo (se trata de José, de quien ya escribí el relato «¡Rico!»). En ese momento iniciamos una ...
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