1. La playa y la naturaleza


    Fecha: 11/03/2019, Categorías: Voyerismo Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Era una mañana de Mayo.
    
    Sara había venido a mi casa para alejarse de los recuerdos de su primera ruptura sentimental. Pese a ser dos años menor que yo, su expresión cansada la hacían parecer la hermana mayor.
    
    La playa quedaba cerca, se podía ir andando tras una pequeña caminata, pero todavía desconocía el laberinto de senderos correcto a la zona de playa más familiar, así que cogimos las mochilas y fuimos juntos tras un madrugón azuzado por su insomnio, y sufrido por mi sueño no completado.
    
    Casi despuntaba el sol cuando llegamos por fin, las dunas y pinos cercanos eran un entorno precioso, y me dispuse a tumbarme en la toalla con las gafas de sol para caer de nuevo en los brazos de Morfeo mientras Sara caminara taciturna por la orilla.
    
    Pasó un rato y frías gotas de agua cayeron sobre mi piel cuando ella volvió de su primer chapuzón. Me desperté algo disgustado por ello, y lo hice del todo cuando vi a Sara sin la parte de arriba del bikini. No me lo esperaba.
    
    “Oye, que aquí se puede estar sin ropa” me dijo ella….”sí, pero más en la zona derecha, pero no me gusta mucho por que hay muchos gays”.
    
    Sara se rio por primera vez en muchos días, y me propuso ir, asegurándome que más allá, solía haber alguna pareja hetero o lesbis, y que no dejaría que “me violaran”. Reí esta última broma suya y acabé accediendo a regañadientes.
    
    La verdad es que como casi no había nadie, no sabía de dónde había sacado esa información, así que nos pusimos más de 100 metros alejados de la última pareja gay que observamos, quedando inusitadamente solos.
    
    Sara se desnudó con toda naturalidad, y ante mi remolonería no tardó en preguntarme si me daba vergüenza. Le dije que no, y la imité.
    
    Ella se fue a nadar mientras que yo me limité a tumbarme de nuevo en la toalla a seguir durmiendo.
    
    La sensación de estar totalmente desnudo con una ligera brisa fresca era maravillosa, y con su caricia en contraste con los primeros rayos de sol me dormí plácidamente.
    
    Me desperté quizá media hora más tarde, esta vez Sara había vuelto más sigilosa para no interrumpir mi sueño y tomaba el sol a mi lado.
    
    De repente me percaté de que la naturaleza trabajaba por su cuenta: una parte de mi se había despertado fuertemente antes que yo: mi miembro mantenía una fuerte erección matinal, y lo malo es que no sabía desde cuándo. Mi sobresalto llamó la atención de Sara, que haciendo leña del árbol caído bromeó con lo evidente: “como te vean los de allá lejos les vas a alegrar la vista…jajajaj¡”.
    
    Me puse rojo como un tomate, y Sara se apresuró a tranquilizarme con una mano en mi hombro, turbándome al comprobar que lejos de ceder, la erección parecía más y más fuerte, llegando a ese punto en que llega a producir por sí misma un placer que la retroalimenta.
    
    Date un chapuzón, anda, -me dijo-, cosa que hice, ipsofacto, nadando durante un buen rato, y ya calmado de vuelta, sediento a beber el agua fresca que habíamos traído.
    
    Me percaté de que un grupo reducido de personas ...
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