1. La playa con Luisa


    Fecha: 30/07/2022, Categorías: Jóvenes Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... contrabando. Mientras nos relajábamos recostados en la cama, mi cabeza se calentaba rápidamente con cada una de las postales que aquel cuerpo femenino le regalaba a mis ojos. De pronto se me ocurrió la excusa perfecta y me ofrecí para masajear inocentemente su cansado ser.
    
    Ella aceptó y pareció caer rendida ante las habilidades de mis manos casi de inmediato mientras éstas acomodaban las fibras de sus pies. El trance me ayudó a tomar valor para subir a sus pantorrillas, cuya carnosidad saboreaba, anticipándome con la imaginación a las sensaciones táctiles que esperaba encontrar en el resto de su cuerpo. No sé si ella lo notó, pero en ese momento una enorme erección ya se asomaba en mi entrepierna y a la que presté poca atención, mucha menos al intento de disimularla, pues estaba completamente hipnotizado.
    
    Al subir a sus muslos supe que llegué a fibras especialmente sensibles cuando mis oídos se inundaron de gemidos cada vez más intensos. Apenas pude contener mis ganas de morder sus muslos como respuesta a la melodía erótica que entonaba aquella mujer. Moría por lamerlos hasta el nacimiento de sus nalgas y luego regresar mientras medía a besos cada una de sus magnitudes. Cuando sus gemidos estaban por convertirse en un tenue orgasmo, paré. El repentino silencio que se había apoderado de la habitación sólo pudo disolverse con el irrumpir de mi agitada respiración
    
    Mis sentidos estaban saturados por las alucinaciones alcohólicas, el calor tropical y la mezcla de olores, saborea y colores que ofrecía la mujer excitada que tenía bajo mis manos. Casi automáticamente recorrí sus piernas mientras aplicaba una presión liberadora, sólo deteniéndome en el centro de sus nalgas aún protegidas por la mezclilla. Sentí cómo se tensaban los músculos de su pubis, además de unos movimientos cuyas intenciones no pude advertir sino hasta ver cómo se incorporaba, dejando caer la pieza del bikini y exponiendo sus pechos al examen de mi vista.
    
    Sentí una enorme descarga en todo mi cuerpo. Rápidamente me abalancé sobre ella, con mis labios devorando los suyos y mis manos engullendo sus pechos. El peso de mi ser se animó a descansar sobre el de ella, ejerciendo presión en sus muslos con la carne caliente que se encontraba lista para la faena y que en ese acercamiento ya empezaba a amenazar para entrar entre sus piernas.
    
    Las caricias tomaron el control y demandaron desaparecer la ya de por sí poca ropa que aún cubría las pieles. Nuestros tactos se llenaron hasta el hartazgo y memorizamos cada uno de los detalles del cuerpo contrario y ella, en un acto impulsivo, pero que también dejaba de ver algo de desesperación, se incorporó para dejar caer su cuerpo sobre el mío. Sin prácticamente ningún esfuerzo, mi erección se deslizó suavemente entre sus carnes hasta encajar perfectamente, y derramando las primeras mieles producidas por nuestra pasión. Coronamos el momento con un gemido unísono casi tan placentero como el último orgasmo de la noche.
    
    Ya en posición, ...