1. Antes de las campanadas


    Fecha: 25/06/2019, Categorías: Relatos Cortos, Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos

    Atala es una mujer espiritual. Con esto no quiero decir que no le guste el sexo, sólo que es eso: espiritual. Atala tiene la piel bronceada, luce una melena negra por debajo de los hombros y tiene mestiza la cara; su torso, provisto de unas tetas desafiantes y bien formadas, es el de una mujer atlética; sus piernas son finas. Atala piensa que es bella, aunque sostiene que su belleza no es del tipo que gusta a esta sociedad consumista: Atala piensa que su belleza es la de la mujer sencilla. Yo ahora, mientras esta narración toma forma en mi mente, me la estoy follando: "Uff, oh, oh, Atala"; "Mmm, Renato, me gusta, mmm". Atala, debajo de mí, se estremece por cada una de mis embestidas; mantiene sus ojos cerrados y sus labios, relajados, tiemblan cuando mi polla entra y sale de su coño. "Ah, Renato, córrete, córrete", me anima Atala; "Ya, Atala, ya-ah, ah, oohh", me corro.
    
    "Atala", le digo, "esta noche es Nochevieja, ¿qué tal si me haces una mamada?"; "¿Antes, durante o después de las doce campanadas?"; "Antes, por supuesto, durante es poco tiempo, y después hay que dormir"; "Claro que sí, Renato, con mucho gusto te haré una mamada"; "Qué suerte tengo", dije.
    
    Cuando hemos entrado en nuestra casa, Atala ha entrado al dormitorio y ha salido desnuda. Me he acercado a ella y he acariciado con suavidad sus tetas a la misma vez que he besado sus labios. "Renato", me dice Atala tras separar unos centímetros su cabeza, "voy a ducharme"; "Claro, Atala, no lo había pensado"; "Renato, me he desnudado para ir al cuarto de baño a ducharme para recibir el nuevo año bien limpia, no todo es follar".
    
    A Atala la conocí durante un partido de baloncesto. Por supuesto, no era un partido, digamos, oficial, sino una cosa que se improvisó en cuanto nos reunimos en una cancha de baloncesto diez personas que de forma desordenada tratábamos de encestar cada uno nuestras respectivas pelotas. Habíamos siete hombres y tres mujeres. A Atala, en un sorteo a base de pares o nones, le tocó jugar en el otro equipo. Atala es alta, más alta que yo, no lo escribí en la descripción que hice de ella al principio, mide alrededor de uno ochenta centímetros, y taponaba cada vez que podía mis lanzamientos. Bastantes veces, su defensa consistía en pegárseme mucho a mi cuerpo, de frente, para que yo no recibiera. Fue durante esas veces cuando comprobé la firmeza y carnosidad de sus tetas. Me desconcentraba Atala con sus esfuerzos defensivos. Yo prefería que ni me pasaran la pelota para sentir el cuerpo de Atala pegado al mío. Después del partido, fuimos a bebernos unas coca-colas a un bar cercano. Ahí tuve la oportunidad de saber de la espiritualidad de Atala. Atala creía en la fuerza interior, en la mirada interna; pensaba que la vida no tenía sentido si acababa con la muerte y que, por tanto, teníamos que trascender a la muerte. La base de su pensamiento era siloísta, me declaró. Yo, a propósito, pregunté que opinión tenía el siloísmo respecto al sexo, a lo que Atala me contestó que ...
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