1. La frutilla de la pasión


    Fecha: 09/06/2019, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Zebra, Fuente: CuentoRelatos

    Cuando empecé la universidad mi vida cambió rápidamente. Empecé a frecuentar lugares nuevos y en cuestión de 2 años tuve varias novias que si bien no me duraron mucho tiempo, sí me dejaron experiencias sexuales inolvidables.
    
    Una que recuerdo con particular aprecio es Luna. Era un año mayor que yo en ese entonces, estudiaba derecho. Era rubia y tenía un mechón fucsia, una sonrisa enorme y una pequeña separación en sus dientes. La conocí bailando cumbia en un club nocturno. Se reía de mis torpes pasos y me convidaba su cigarrillo. Era bajita, metro cincuenta más o menos, siempre usaba esos shorts de jeans cortitos y alguna blusa de modal o top que resaltaban su escote y sus tetas redonditas. Tenía un lunar en el cuello y un piercing en la nariz.
    
    Esa noche que nos conocimos hablamos toda la noche, después la acompañé a su casa pero no me dejó pasar, me dio un beso corto y me susurro al oído: "escríbeme mañana, lindo". No dejé de pensar en ella todos esos días, pero dejé que pasara un tiempo para no parecer desesperado. Finalmente, cuatro días después le escribí.
    
    Compartimos mucho tiempo, nos contamos nuestros gustos, fuimos a parques, ella vino a mi casa y yo fui a la suya, hablamos de sexo, nos besamos y dormimos juntos. Pero cada vez que quería dar el paso y llevarlo a la práctica, ella se negaba rotundamente. Incluso cuando estábamos acostados solo con ropa interior y haciendo cucharita.
    
    Llegué a preguntarle si era virgen o si le pasaba algo con su cuerpo, pero no era el caso, ella decía que no había ningún problema pero que había algo que debía contarme y no se animaba aún.
    
    Finalmente al mes me lo confesó todo. Tenía un fetichismo muy especial, era incapaz de tener sexo sin que ello involucrara comida, por eso se negaba. Lo dijo muy apenada pensando que saldría corriendo, y no voy a negar que a primera impresión me chocó un poco, pero pensándolo un rato me gustó la idea, quería probarlo.
    
    Empezamos a experimentar juntos, todas las veces que nos encontrábamos probábamos el sexo con alguna nueva comida. Lo primero fue lo típico, compramos esas latas de crema batida y lo fuimos usando en la faena. Me chupaba la pija mientras se comía la crema, yo se la ponía en las tetas y a lo largo de todo su cuerpo para jugar a lamerla completa luego. Después probamos lo mismo con salsa de chocolate y disfruté a montones mientras le comía su conchita embadurnada de dulce de leche.
    
    Un día agarré un trozo de manteca y empecé a pasarlo por todo su cuerpo. Su cuello, sus brazos, alrededor de sus tetas, en su abdomen y terminé por frotarla en sus muslos. Ella agarró otro trozo e hizo lo mismo conmigo. Derritió la manteca entre sus manos, la esparció en mi verga y me obligó a que la embista una y otra vez. Debo reconocer que me sorprendí al descubrir que aunque es un poco viscosa, la manteca es un buen lubricante. Estábamos tan calientes que tuve que tapar su boca por miedo a que los vecinos se quejaran de los gemidos. Mi habitación terminó hecha ...
«123»