1. ¿No que no comadre?


    Fecha: 02/05/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Arandi, Fuente: CuentoRelatos

    ... movía de forma espasmódica, como en respuesta a la ocupación fálica.
    
    Él la besaba desde detrás de la oreja hasta bajarle por el cuello. Ella gimió del gusto que le provocaba.
    
    La hendidura recibía y tragaba con gusto el gordo pedazo de carne. Sánchez Medina se abría paso sintiéndola estrecha como señorita, pese a que aquella ya era madre de dos. Trinidad bien sabía que Casimiro, su marido, no la había dilatado tanto nunca; él jamás podría hacerlo, y el sólo pensarlo provocaba que sus fluidos de mujer brotaran sirviéndoles a ambos de lubricante necesario para la faena.
    
    El brillo que podía verse a lo largo del fuste de Alberto, mientras entraba y salía, provenía de la propia Trinidad. Percibiendo la temperatura, movimiento y grosor del invasor, el cuerpo de Trini expulsaba aquellos jugos de forma espontánea, reaccionando de acuerdo al placer recibido. Su vibrante reacción a cada arremetida era como un estallido de éxtasis, parecía invitar a una fricción más constante y vigorosa. Ella lo tragaba abrazándolo contra las paredes de su túnel, que le quedaba tan estrecho al macho que parecía guante de carne de menor talla a la requerida.
    
    Trinidad, por propia boca, pidió cambio. Fue así como ella se puso en cuatro mostrando su interés de ser cogida de a perrito. Segundos más tarde ambos parecieron convertirse en máquinas de “coger”. Así como, a unos cuantos metros, las máquinas de coser no paraban en su traquetear productivo, así ellos se mantuvieron cogiendo en un continuo movimiento rítmico, acelerado. Tan coordinado que parecían pareja de hace tiempo. Cada uno se ocupaba del movimiento que le correspondía, uno metía y la otra recibía; luego soltaba para inmediatamente volver a recibir. La ejecución se realizaba diestramente; restregándose uno contra el otro entre suspiros y jadeos; moviéndose constantemente; chocando sus vientres y meneando febrilmente sus caderas; siguiendo un compás marcado por su naturaleza humana. Lo único que ambos deseaban en esos momentos era consumirse en el fuego sexual que los abrasaba.
    
    Cuando por fin llegó el tan anhelado orgasmo para Trini, la sudorosa mujer se encorvó y tiritó de placer. No obstante, su amante, quien la tenía bien sujeta de sus caderas, la siguió horadando sin detenerse. Para él aún le faltaba bastante para llegar al clímax, por ello no dejaba de bombearla.
    
    «Cómo aguanta», pensó ella, teniendo como única referencia a su esposo, con quien comparaba al que en ese momento la penetraba.
    
    Alberto la embestía con un frenesí que nunca le viera a Casimiro. Cada choque del pubis masculino contra su trasero femenino, y el agarre de esas fuertes manos en sus caderas, demostraban para Trini que aquel hombre que tenía detrás en verdad sentía algo por ella. Creyó que Alberto Sánchez Medina la amaba con una pasión desbordada, y que así se lo estaba demostrando. Sin embargo, lo que para la mujer era amor, para el macho era puro ardor sexual.
    
    La entrada y salida del miembro masculino se volvió aún más ...
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