1. ¿No que no comadre?


    Fecha: 02/05/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Arandi, Fuente: CuentoRelatos

    ... Él ya había hecho su trabajo, la había “cortejado” y ahora era tiempo de cosechar.
    
    —¿A dónde vamos? —le dijo Trini luego de ingresar a la factoría, aunque yendo lejos de su zona de trabajo—. Tengo que checar mi regreso y volver a...
    
    —No te preocupes, yo cubro tu ausencia —le dijo Alberto mientras la conducía a un área de la fábrica distinta a la de costura.
    
    Minutos más tarde, Trinidad se sentía recostada en las nubes. Nunca se había sentido más cómoda y despreocupada. Prácticamente flotaba. En realidad estaba sobre un montón de retazos de tela, pero era lo bastante mullido como para servirle de cama.
    
    Todo era suavidad y confort, sin embargo, llegó el momento en el que Trini fue aterrizando en la realidad. Tenía a Alberto Sánchez Medina, el Jefe de personal, encima de ella y completamente desnudo. ¡Por Dios, ella era una mujer casada! ¡¿Cómo podía haberse dejado llevar hasta ese punto?!
    
    Además ella también estaba encuerada. Vio hacia abajo y pudo atestiguar cómo el hombre, mediante una de sus manos, le paseaba la hinchada punta cabezona de su falo por la hendidura vertical de su... ¡su sexo estaba depilado!
    
    Ella se había dejado rasurar por Sánchez Medina y no lo recordaba. ¡¿Cómo se dejó hacer tal cosa?! Trinidad jamás se había afeitado de allí. ¿Cómo le explicaría a su esposo que le hubiese desaparecido su pelambre? ¡Él se daría cuenta!
    
    Trinidad veía el asta de carne resbalar lúbricamente, amenazando con ingresar a su cuerpo. Aquella abertura parecía la tierna boca de una niña chupando con sus finos labios una roja paleta.
    
    Retomando su pudor gritó:
    
    —¡No, no, no, por favor! ¡Alberto, soy una mujer casada!
    
    —Olvidaste la palabra mágica. Debiste decir, soy una mujer “felizmente” casada. Si lo hubieras dicho yo no...
    
    Y entonces el hombre procedió. La mujer sintió el ingreso del invasor a su cuerpo. Era notablemente mayor que el de su marido. Su intimidad nunca se había abierto tanto, a excepción de las veces que parió.
    
    Aunque le era un tanto doloroso, en ese momento tuvo plena consciencia de que su cuerpo en verdad lo deseaba, pues se abrió y adaptó al tamaño y espesor del ocupante.
    
    Desnuda y pelada de ahí abajo, echada sobre aquel montículo de sobras de tela, Trinidad estaba abriéndose a otro hombre. Uno que la deseaba más que su propio marido.
    
    Sánchez Medina la estaba penetrando con su tiesa y maciza carne, y si ésta estaba en esa condición era sólo porque ella provocaba tal excitación. Evidentemente Trinidad le ponía dura la verga a ese hombre, y al tener eso en consciencia, se sintió también excitada.
    
    Alberto le puso una mano sobre el vientre y así percibió la calidez de la hembra que penetraba. Presionó más su palma contra el cuerpo con intención de sentir su propio pene a través del abdomen femenino, y en efecto, lo sintió. El miembro era lo bastante largo y grueso para así percibirlo.
    
    Trini misma se sorprendió y comenzó a reaccionar al tamaño y a los bríos de la arremetida. Su bajo vientre se ...
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