1. Una chica nueva en el piso - parte 1


    Fecha: 02/05/2019, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Underwood, Fuente: TodoRelatos

    Mi novia y yo no vivimos solos por cosas de la vida —y la economía—, sino que nos vemos obligados a vivir con una tercera persona. Siempre hemos tenido una convivencia correcta con los distintos compañeros de piso que hemos tenido. Procuramos que todos sean jóvenes como nosotros, y tener un ambiente sano dentro de que cada uno hace su vida en su espacio. No había ocurrido nada especial. Por suerte, Sandra, mi pareja, y yo, que me llamo Alberto, nos ponemos suficientemente cachondos. Se podría decir que nuestra vida sexual es plena. Sí que yo le había dejado caer alguna vez a Sandra la fantasía de hacer un trío, aunque a ella no le hacía especial ilusión. La cosa quedaba ahí y no iba a mayores. A ella liarse con una mujer nunca le generó el más mínimo interés.
    
    Como he dicho, la cosa solía quedar ahí. Sandra, con su metro sesenta y cinco, su culo pequeño pero bien prieto y su talla grande de pecho, me quitaba la necesidad de querer acostarme con otras mujeres. Pero hace unos seis meses todo cambió. La persona que estaba ocupando la otra habitación del piso, con la que habíamos tenido una convivencia excelente, se marchó. Después de hacer varias entrevistas por videollamada, nos decidimos a meter a una chica muy joven, de solo veinte años —nosotros tenemos veinticinco—. No la conocíamos físicamente, así que la sorpresa fue mayúscula.
    
    El día que Francesca —era italiana— vino a vivir a casa, Sandra había quedado con unas amigas. Cuando sonó el timbre abrí la puerta, saludé educadamente, ella entró con dos maletas gigantes y la cosa no pasó de ahí. Apenas me fijé. Mientras colocaba las cosas en su cuarto, yo desde el sofá le iba sacando tema de conversación. Era muy deportista. Jugaba al fútbol, hacía natación y corría.
    
    —Aunque mi deporte favorito es el sexo, jajajaja —dijo ella, descojonándose a gritos. Tenía una risa graciosa.
    
    —Ya sé cómo dices, jajaja —respondí.
    
    En un esfuerzo por ser buen anfitrión, levanté el culo del sofá y le llevé un vaso de agua. Debía estar agotada después de pasear los maletones por la ciudad. Cuando llegué a la habitación casi se me cae al suelo. Estaba de espaldas a mí. Llevaba unas mallas muy apretadas, que marcaban a la perfección su enorme y firme culo. La cintura le hacía una curva perfecta con los hombros, empotrarla debía ser sensacional. No pude apartar la mirada de su culo, era hipnótico. Tanto que cuando se giró se dio cuenta, por más que hice por disimular.
    
    —Te… te traigo un vaso de agua —dije.
    
    Ella sonrió. No era tan guapa como Sandra, pero su sonrisa era muy bonita con esos labios carnosos —esos sí eran igualitos a los de mi novia—.
    
    —Qué amable eres —contestó sin desdibujar la sonrisa.
    
    Se inclinó sobre mí para darme un beso en la mejilla y cogió el vaso. Su pecho era un poco pequeño pero a través del top se intuía bonito. No parecía tener ningún defecto esta chica. Me quedé ahí de pie, hablando de la vida con ella. Mientras, la repasaba de arriba a abajo una y otra vez. Hablamos de ...
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