1. Así nunca me folló su hijo


    Fecha: 30/04/2019, Categorías: Incesto Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos

    ... pareció tan sucio?
    
    —¿Si se lo digo me deja en paz?
    
    —Dejo.
    
    —Que se la metió en los dos agujeros.
    
    —¡Oh, oh!
    
    —¿Qué?
    
    —Si te contó que la folle por los dos lados fue con el fin de conseguir algo, esas cosas no se dicen gratuitamente.
    
    Angelita, se ofendió.
    
    —¡Siga su camino!
    
    —Te hizo dos deditos. ¿A qué sí? Coño y culo.
    
    Cogió una piña verde del saco e hizo amago de tirársela.
    
    —¡Largo!
    
    —Te lo hizo.
    
    —¡Qué se largue, coño!
    
    —¿Se los hiciste tú también a ella?
    
    La piña verde salió de la mano de Angelita y voló por encima de la cabeza de Federico.
    
    —Ya me voy, ya me voy. No le cuentes nada de lo que te dije a mi hijo.
    
    —¿Ahora le viene el miedo a Peligro?
    
    —Miedo, no, pero hay cosas que es mejor evitarlas.
    
    Federico, se fue. El perro, un perro de raza desconocida, lo siguió.
    
    Unos minutos después, estando Federico sentado sobre la roca del Venancio, una roca plana de unos 16 metros cuadrados, Angelita, arrastrando el saco de piñas llegó junto a la roca, apoyó la espalda a un pino, y le preguntó:
    
    —¿De verdad que Pilarita se corrió en su boca?
    
    —Sí, y yo me corrí en la suya. Se la llené de leche.
    
    —¡Qué fuerte! ¿Sabe rica?
    
    —¿Cuál?
    
    —La suya.
    
    —No sé, nunca la probé. ¿A que sabe la tuya?
    
    —Sabe a... Si supiera que no lo iba a saber nadie...
    
    —Puedes apostar mi vida a que si algo pasa entre nosotros quedará entre nosotros.
    
    —Siendo así…
    
    Federico se levantó, fue a su lado y la besó. Angelita comenzó a temblar como una niña. Berto, su marido, no la besaba con lengua, Federico lo supo porque no sabía besar. Enseguida aprendió. Le desabotonó la blusa. Ella se desabrochó el sujetador Tenía las tetas duras, con pequeñas areolas rosadas y bonitos pezones. Por su manera de gemir, le encantaba que se las comiera. Se le pusieron los pezones tiesos. Al bajarle las bragas vio que las tenía empapadas. Arrodillado, —Angelita levantaba la falda con una mano— le cogió las duras nalgas, y le pasó la punta de la lengua por ambos lados del capuchón del clítoris y después alrededor. El clítoris salió del capuchón. Lo lamió de abajo arriba, lo chupó y giró su lengua sobre él. Angelita abrió las piernas, y le dijo:
    
    —Me voy a correr.
    
    —¡¿Ya?!
    
    —Ya.
    
    Le lamió la raja y le salió la lengua llena de babas. Le lamió los labios y fue bebiendo de ella. Le dio la vuelta y jugó con la punta de su lengua en su ojete. Al rato, le dijo:
    
    —Así también me voy a correr.
    
    Le volvió a dar la vuelta. Al lamer el coño de abajo arriba, las piernas de Angelita comenzaron a temblar y le llenó la boca a su suegro con una larga corrida, pastosa y blanquecina.
    
    Cuando acabó de correrse, subió las bragas, y abotonando los botones de la blusa, le dijo:
    
    —Lo que hicimos no estuvo bien. ¡Qué vergüenza! ¡Cómo pude dejar que me hiciera una cosa así!
    
    Federico la había cagado. Al correrse, a Angelita se le fueran las ganas y se iba a quedar empalmado y sin coño donde meter. Sacó la polla, y le preguntó:
    
    —¿Y qué hago yo ...
«1234...»