1. El día de mi boda


    Fecha: 22/04/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Tita, Fuente: CuentoRelatos

    Al leer el relato "Una boda y un secreto familiar", publicado por Lynette, me recordé de golpe, algo que paso hace más de medio siglo y que ya había olvidado. El día de mi boda, poco faltó para que tuviera un coito con alguien que no era mi esposo.
    
    Los antecedentes venían desde dos años antes, en que nos conocimos Roberto y yo cuando fui de vacaciones con mis padres a la ciudad donde él vivía. Roberto es primo de otros primos míos, y aunque ya lo relaté a detalle, reescribo, a manera de síntesis.
    
    En una fiesta, bailábamos en la terraza del salón y al concluir la música, nuestras bocas se unieron apasionadamente. En el abrazo, él pudo sentir la suavidad de mi pecho y recargó en mis piernas su turgencia. Me alarmé al sentir que su deseo también hacía crecer el mío, y le pedí regresáramos al salón. Ahí concluyó ese embate pues ya no me separé de mis padres.
    
    Al día siguiente, fuimos a un paseo familiar y apenas estuvimos fuera de la mirada de los demás, Roberto empezó a hablarme de amor. Me alabó, a la par que acariciaba cada parte, enfatizando, lo hermoso de mi rostro, lo suave de mi piel, lo negro de mis ojos y, claro, lo exuberante de mi pecho. “Nunca había conocido a alguien tan hermosa e inteligente como tú”, insistió y se declaró completamente enamorado de mí: “Quédate por siempre en esta ciudad. Convence a tus padres de que te permitan quedarte a vivir aquí, con tus tíos. ¡Necesitamos conocernos más!”. Pero eso no entraba en mis planes a los 19 años.
    
    Al retorno a mi tierra, al lado de mi novio, poco me acordaba de Roberto, quien con cierta frecuencia me escribía o me hablaba por teléfono.
    
    Al año y medio de haber estado allá, donde él vivía, se dio pronto otra oportunidad. Mis padres regresaron a la ciudad de Roberto para preparar su estancia definitiva. Disfruté al lado de él esos quince días. Sus besos fueron más apasionados y, aunque antes de conocerlo, ya había perdido yo la virginidad, me cuidé lo suficiente de que el atrevimiento de sus caricias no llegara al umbral donde yo sabías lo irremediable de las siguientes acciones. La maestría con la que yo dominaba esas situaciones y evadía los requiebros, llegó a su extremo en un paseo familiar que hicimos a las ruinas de una antigua ciudad colonial pues me dijo “Aunque no me creas, quizá por lo repentino, pero quiero que sepas que te amo y deseo que te quedes aquí, a mi lado: ¡Casémonos hoy!”, concluyó ante mi asombro, enfebrecido por el placer que él adivinaba en mis brazos.
    
    “No es posible hacer eso de repente, una decisión tan importante hay que meditarla. ¡Lo dices porque estás enamorado! Pero sabes bien que por ahora eso no es posible. Me iré pronto y te olvidarás de esto”, le contesté. “¡Cómo voy a olvidarte, si desde que te conocí estoy pensando en ti!”, me expresó fervorosamente y rodeó mi cintura con sus manos. “Después, cuando vuelva a venir, hablaremos de ello”, le contesté con dulzura, acariciándole el pelo con una mano y metiendo la otra bajo su camisa para ...
«123»