1. El hombre del parque


    Fecha: 21/04/2019, Categorías: Anal Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... portara bien. Que no quería hacerme daño. Que quería hacerme disfrutar.
    
    Era alto y corpulento, más incluso de lo que me había parecido sentado en el parque. Llevaba un traje de ejecutivo pero se veía que era un hombre que se cuidaba, se notaban sus horas de gimnasio. Tenía los ojos verdes, una boca no muy grande y unos labios delgados. Debía rondar los 35. Iba afeitado y llevaba el pelo corto entre rubio y castaño, con un flequillo peinado hacia el lado.
    
    Estaba asustada, aparté su mano y corrí por el pasillo hacia el patio interior, pero me alcanzó rápidamente tirándome al suelo y dejándose caer sobre mí.
    
    En ese momento sentí su polla en mi muslo. El traje era tan fino que parecía que no lo llevara puesto.
    
    Me dijo que me tranquilizase y me quitó la mano de la boca. Yo grité, así que me la tapó otra vez y me dijo que si no quería por las buenas sería por las malas, mientras me pasaba la lengua desde la base del cuello hasta la oreja, aspirando mi olor, mojándose de mi sudor. Sentí un enorme escalofrió. Tenía miedo por lo que me podría a hacer, pero no puedo negar que la escena me excitaba.
    
    Agarró una de mis tetas, me dijo que las había visto botar y que le gustaría verlas botar sobre él mientras le cabalgaba, que él tenía lo que una mujer como yo necesita para disfrutar. También me dijo que se había fijado en mi culo mientras estiraba y que aunque parecía de piedra me lo iba a partir con su polla, que a ver si era capaz de aguantar sus embestidas.
    
    Mi miedo se iba convirtiendo en deseo, seguía sintiendo su gran polla contra mi cuerpo y él no tardó en darse cuenta de que me había humedecido. Realmente estaba mojada como una perra en celo y únicamente podía pensar en el rabo que escondía bajo el pantalón.
    
    -¿Te gustaría eh puta? Me dijo.
    
    Yo no pude contestar.
    
    Me levantó del suelo con sus brazos y rodeé sus caderas con mis piernas. Estaba muy fuerte, aunque no musculado, estaba buenísimo.
    
    Me llevó en brazos hasta la mesa del salón, sobre la que me tumbó. Me bajó las mallas y las bragas hasta los tobillos y pudo ver lo húmeda que estaba. Estaba muy cachonda.
    
    - ¿Realmente lo deseas tanto o más que yo eh puta? Volvió a repetir.
    
    - ¿Te pone que un desconocido te folle, no?
    
    Se agachó y empezó a comerme la raja del coño. Lo hacía torpemente, con ansia, pellizcando, mordiendo los labios, como si hiciera mucho que no se comía un buen coñito. El mío estaba mojadísimo, mezcla del sudor de correr y de la excitación del momento.
    
    Empecé a pensar que me estaban violando en la mesa donde desayuno cada día, que él estaba desayunando mi coño sobre esa misma mesa, la idea me ponía cada vez más. Intenté incorporarme, pensé que había llegado el momento de colaborar. Realmente me moría de ganas de ver ese pedazo de polla y metérmela en la boca, pero él me agarró del cuello y me dijo que me estuviese quieta. Mientras tanto rodeó mi cuerpo con uno de sus brazos y me giró sobre la mesa.
    
    Terminó de quitarme la ropa, prácticamente me ...