Mi profesora me dobla en edad
Fecha: 13/03/2019,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: elzorro, Fuente: CuentoRelatos
—Hola, ¿qué haces por aquí? —dije saludando a mi profesora de Uni.
Ana, constitución delgada, treinta y seis años y uno cincuenta y seis de estatura, llevaba puestos unos vaqueros ajustados que marcaban su culito redondo, deportivas y una camiseta de manga corta.
—Voy al médico. —respondió.
Los veinticuatro grados de temperatura y el sol animaban a pasear.
—¿Te pasa algo? —dije tocándola el brazo.
—No, nada, vo... voy a ponerme una inyección, eso es todo. —respondió la mujer ruborizándose levemente.
—Te acompaño. —Respondí.
Me llamo Juan, tengo 18 años y curso primero de programación. Llevo gafas de monturas negras y hago algo de deporte. Ana es mi profesora de programación y algo más. Nuestra relación empezó en las tutorías, a las que acudía cada martes para preguntarle dudas. Ella había notado como la miraba en clase. Un día me hizo la pregunta. "¿Oye, por qué vienes todos los martes a tutorías?". Yo respondí con sinceridad, y le confesé que me gustaban sus clases, que su voz era bonita y que estaba colado por ella. Esperé risas y rechazo, pero en su lugar recibí un beso en la boca. Después de aquel día salimos a cenar, pero nada más.
Al llegar a la consulta me senté en una silla de plástico y ella hizo lo propio. Se la veía un poco nerviosa, así que cogí su mano entre las mías y la tranquilicé. Cuando le llamó la enfermera, me quedé con su bolso mientras ella entraba en la sala. Cinco minutos después salió.
—¿Qué tal? —dije.
—Inyección intramuscular. —respondió llevándose la mano a la nalga.
—Vaya, eso debe doler. —dije imaginando por un instante una aguja clavada en su trasero.
—Oye, tengo unas dudas. Se que mañana no es martes, pero a lo mejor podrías venir a casa y me explicas.
—Vives con tus padres. ¿Verdad?
—Sí... más o menos. —confirmé
—Si quieres cenamos... no te preocupes, no les he dicho nada.
Al día siguiente, después de clase, estaba nervioso. Mi madre, tenía unos años más que mi "chica" y mi padrastro, de casi cincuenta, era un tipo impredecible. En el pasado, aquel tipo que, eso sí, adoraba a mi madre, no había dudado en aplicar disciplina. Todavía recordaba sus palabras, "mientras vivas aquí seguirás las normas o tendrás que atenerte a las consecuencias." Normalmente la que aplicaba disciplina era mi madre, todavía recuerdo la temible zapatilla. Pero un día mi padrastro me había dado un buen cachete dejando mi mejilla encendida.
A las seis de la tarde, Ana y yo llegamos a mi casa. Mi madre nos recibió e hice las presentaciones.
-¿Y Jorge? —pregunté nombrando a mi padrastro aunque sabía que hoy no estaba.
—Debe estar al caer. —contestó mi madre.
Ante mi cara de sorpresa añadió.
—Tiene que hablar contigo, está enfadado por algo.
Fuimos a la cocina y mi acompañante ayudó a colocar la mesa mientras hablaba con la anfitriona.
—Cenamos y luego vemos las dudas. —añadió Ana.
El timbre sonó en ese momento y mi padrastro entró en casa, besó a mi madre y comentó.
—Y ...